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PRESOCRÁTICOS Y SÓCRATES

LA FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA Y SÓCRATES

1. EL MUNDO GRIEGO, MARCO SOCIOPOLÍTICO.

La filosofía surgió  a finales del siglo VII y principios del VI. Durante esta época, la sociedad griega estaba organizada en pequeñas ciudades-estado, las polis, que habían aparecido durante los siglos IX y VII en Asia Menor y que se extienden, después, a la península  todas las costas del Egeo. La filosofía es, pues, fruto de la polis.

Estas ciudades-estado eran autosuficientes e independientes entre sí, y mantenían un régimen político que permitía la participación en los asuntos públicos de los ciudadanos, si bien realmente el poder lo ejercía una clase de notables de origen aristocrático o comerciante. Lo característico de la estructura política de la polis es la existencia de unas leyes que son elaboradas, asumidas y aceptadas por todos.

Su estructura económica se sustentaba en un régimen esclavista en que los esclavos llevaban a cabo las actividades productivas. Era, a la vez, eminentemente agraria y latifundistas, aunque progresivamente se incrementa la actividad comercial y artesanal. “La filosofía no nació en el calmo retiro, sino en Mileto, el mercado del mundo antiguo, en el que los pueblos del Mediterráneo procedían al cambio de sus mercancías”.

El comercio con otros pueblos del Mediterráneo facilitó la incorporación de técnicas y conocimientos que ampliaban la visión del mundo de los griegos. Así, el uso de la moneda, procedente de Lidia, la admisión del alfabeto fenicio, el calendario solar egipcio, etc., configuraron una sociedad capaz de asimilar lo mejor de otros pueblos para su propio uso. Al mismo tiempo, esta apertura a otros pueblos facilitó el relativismo cultural y, por tanto, la libertad de pensamiento y la posibilidad de crítica a la propia cultura.

A pesar de la independencia de las polis, existían unos vínculos que unían a las distintas ciudades-estado por medio de una cultura y unas tradiciones literarias y religiosas transmitidas por los poetas, principalmente Homero (siglo VIII) y Hesíodo (siglo VIII-VII). Estos lazos entre los distintos pueblos griegos se expresaban también en las fiestas religiosas o deportivas (especialmente las celebradas en Olimpia).

La religión de los griegos se caracterizaba por la ausencia de una casta sacerdotal fuerte que controlara el cumplimiento y seguimiento de la ortodoxia religiosa, y de textos sagrados fue uno de los factores más importantes para el surgimiento del pensamiento racional autónomo, pues facilitó la libertad de pensamiento.

La prosperidad de las ciudades-estado de Asia Menor se vio ensombrecida por la invasión y dominación persa de mediados del siglo VI. Como consecuencia de ello, estas ciudades entraron en crisis y comenzó la pérdida de su hegemonía. Se produjo, a partir de ahí, una importante emigración del mundo jonio a las colonias de la Magna Grecia.

La insurrección de los jonios contra la dominación persa originó las guerras médicas, que comenzaron a principios del siglo V y se prolongaron durante esta centuria. El triunfo fue griego y la expulsión de los persas se consiguió gracias a la unión de las ciudades-estado. Para mantener alejado el peligro persa, los griegos formaron la Liga de Delos, que unía a la mayoría de las polis bajo la hegemonía de Atenas.
Poco a poco, Atenas se impuso sobre el resto de los estados de la Liga de Delos. En ella, se consolidó la democracia, la acrópolis se renovó con el Partenón y la vida cultural alcanzó su momento de máximo apogeo. Es la época de Pericles.

Las rivalidades entre la dos grandes potencias griegas, Atenas y Esparta, provocaron las guerras fraticidas del Peloponeso (431-404 a. de C.), que generalizaron el hambre y la miseria entre los pueblos griegos, a la vez que los continuos cambios de régimen sembraron el terror entre los adversarios políticos.

La derrota final de Atenas a manos de Esparta (404) supuso, también, el fin de la democracia ateniense con la instauración del gobierno espartano de los Treinta Tiranos. Tres años más tarde fue reinstaurada la democracia en Atenas, pero esta se mostró ya incapaz de dirigir la polis a una sociedad de progreso. El ciudadano se sentía cada vez más alejado de los problemas públicos y se comenzó a alumbrar la etapa del cosmopolitismo helenístico. Antes de ello, un filósofo, Sócrates intentó restaurar los principios morales de la vida pública, pero son malos tiempos para la ética y su esfuerzo le costó la vida.

2. EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA GRIEGA. DEL MITO AL LOGOS.

Tradicionalmente, se entiende el surgimiento de la filosofía como el paso de una explicación mítico-religiosa de la realidad (mito) a una explicación racional (logos). Sin embargo, esta afirmación, con ser cierta, debe ser matizada.

  1. Los primeros pensadores no rompieron radicalmente con el mito. En las afirmaciones de los presocráticos encontramos aún un fuerte componente mítico. Las cosmologías de los filósofos reinterpretaron y continuaron los mitos cosmogónicos: los principios que explican el origen del mundo dejaron de ser dioses individualizados, pero se mantuvieron como poderes activos, animados y eternos, y a esto los griegos le seguían llamando theos, dios.

  1. En el relato mítico (especialmente en las obras de Hesíodo), ya existía el intento de dar un orden al mundo, a la Naturaleza, aunque ese orden fuera mítico. En la Teogonía de Hesíodo, se narra que en el principio existía caos, un vacío oscuro; Gea, la tierra y Eros, Amor. De Caos surgieron la Noche y el Día, Gea alumbró al Cielo, las Montañas y el Océano, etc. En esta sucesión, vemos ya un orden en la generación de las cosas naturales que propiciará la explicación racional cuando se elimine el carácter personal y divino de tales entidades y quede solo su aspecto natural.

Los mitos griegos se caracterizaban por ser relatos sobre personajes extraordinarios, dioses y héroes, situados en un pasado remoto, y por representar la historia de este pueblo dando coherencia y sentimiento de comunidad al mismo.

El mito no es un simple cuento, sino que cumple una importante función social, ya que simboliza una determinada visión del mundo, explica hechos que son inexplicables. Evita el miedo ante lo imponderable y tranquiliza las conciencias. Pero, a la vez, el mito deja al ser humano y a la naturaleza al arbitrio de la voluntad de los dioses. Todo es azaroso, pues la voluntad del dios puede cambiar como la humana y ser igual de caprichosa que esta, por lo que el destino humano es un juguete en manos de los dioses.

¿Por qué los primeros filósofos abandonaron esta forma de ver y vivir la realidad? Podemos apuntar algunas circunstancias que favorecieron este hecho, tales se encuentran en la estructura y las condiciones de vida de la polis.

Por un lado, la polis exigía libertad de pensamiento, que las ideas fueran contrastadas y consensuadas; es decir, exigía la defensa racional de las posturas en el ágora. También suponía la plasmación, en un código escrito, de las leyes que habían de regir la ciudad y que eran producto de la voluntad de los ciudadanos. El mando de la ciudad lo tenía el ciudadano libre, que se veía capaz de gobernarse a sí mismo.

Por otro lado, las polis jónicas habían alcanzado, en este momento, un alto grado de desarrollo técnico y artesanal, gracias a la expansión comercial y al contacto con otros pueblos.

Finalmente, la debilidad de las religiones griegas era bastante manifiesta, como hemos indicado. Estos tres factores políticos, económicos y religiosos, permitieron la puesta en cuestión de las visiones míticas existentes.

En efecto, si los sacrificios o las ofrendas a un dios no habían podido evitar una tempestad que había destruido un navío, sería mejor construir naves que resistieran ese tipo de tempestades. Si la atribución a una divinidad de la capacidad de orientarse en el mar y no perder la ruta pretendida no era suficiente para evitar la desorientación, mejor sería construir mapas del cielo y de la tierra que garantizaran una ruta segura.

Cuando se plantean estos problemas técnicos, se terminan cuestionando todos los fenómenos naturales. Pero la respuesta a estas preguntas conduce a otras preguntas; por tanto, no sorprende que se llegue a preguntar por el principio de todo: ¿de dónde viene todo?

Esta pregunta ya no puede tener una respuesta mítica sino que ha de ser contestada por la misma razón que ha permitido ordenar la polis y dominar las fuerzas de a naturaleza. Se da paso así al logos.

Logos significa “palabra llena de razón, ley”, (y en este momento equivale a la filosofía). Con el logos, el filósofo pretende dar fe de la realidad con el solo uso de la razón, porque esa razón está ya presenten la propia Naturaleza. Las cosas no suceden por azar o por el mero capricho de los dioses, sino que la naturaleza presenta una regularidad (a pesar de los cambios aparentes) que obedece a un orden intrínseco a la propia naturaleza y que puede ser conocida pro la razón.

El logos nos da idea de la permanencia y continuidad en la Naturaleza. Los sentidos nos ofrecen una información sobe los cambios y las transformaciones que hay en el mundo físico (que el paso de las estaciones cambia el paisaje, que la noche sucede al día, que el niño se transforma en adulto), pero el logos nos demuestra que bajo ese cambio hay algo que no se modifica o que en el cambio se mantiene algo estable. Esto no lo podemos captar por los sentidos, sino por la razón, por el logos.

El mito es sustituido por la búsqueda de unas leyes constantes que nos demuestran la regularidad universal de la naturaleza, que sólo podemos descubrir por el logos.

3. CORRIENTES DEL PENSAMIENTO.

A la hora de abordar el estudio de los primeros que filosofaron nos encontramos con varias dificultades:

La cronología. No tenemos datos fidedignos sobre las fechas concretas de su nacimiento y muerte; por ello se suele situar la época en la que vivieron de forma aproximada.

Las fuentes. Tampoco tenemos referencias directas de las obras que escribieron este primer grupo de pensadores. Los conocimientos que tenemos nos han llegado por las referencias que los filósofos de la Antigüedad hicieron de ellos.

La interpretación. Los escasos fragmentos que nos han llegado de su pensamiento han sido interpretados de muy distinta manera por los estudiosos posteriores, porque no podemos extraer una doctrina coherente de ellos y, además, porque tampoco poseemos completamente las claves del lenguaje que usaron.

La clasificación. Hemos llamado a estos pensadores filósofos, pero también podíamos denominarlos científicos, porque en este momento no hay diferencia entre filofía y ciencia. Ambas constituyen un único modo de explicación racional que, en todo caso, se hace al margen del mito.

El desarrollo. Todo este movimiento intelectual trancurrió en apenas dos siglos y a  lo largo y ancho de toda la Hélade. Comenzó a finales del siglo VII en las costas del Asia Menor, en Jonia y en la ciudad de Mileto, donde vivieron Tales, Anaximandro y Anaxímenes. A estos filósofos se les conoce como los físicos jonios, porque su preocupación era la naturaleza (physis).

A mediados del siglo VI, en la Magna Grecia (sur de Italia), floreció la escuela pitagórica en Crotona, y se desarrolló la filosofía de Parménides, en Elea. Esta filosofía presentaba un carácter diferente de la jónica: un acento más abstracto y metafísico. Se puede decir que con ella se inicia la especulación ontológica, la preocupación por el ser.

Paralelamente, en la ciudad jónica de Éfeso, Heraclito desarrolló su dialéctica sobre la naturaleza a partir  de la obra milesia y pitagórica.

En el siglo V, los principales pensadores se trasladaron a Atenas, que se convirtió en el centro intelectual y político de toda Grecia. Los sofistas iniciaron una nueva orientación en el pensar filosófico, sus preocupaciones fueron sociales, políticas y, en definitiva, humanas. Sócrates supuso la culminación de este enfoque antropológico.

3.1 LOS FÍSICOS JONIOS

3.1.1. EL PROBLEMA DEL ARJÉ.

La explicación racional, el logos, se ocupa en primer lugar de la Naturaleza, la Physis. Los primeros filósofos intentaron encontrar principios originarios que dieran una explicación racional de un mundo que, aparentemente, se presentaba como caótico y mudable. A este principio originario, los griegos lo llamaron arjé. La investigación por el arjé se produjo porque para los griegos era ajena la idea de creación (que algo surja de la nada es de origen judeocristiano), por lo que es preciso indagar sobre ese principio que da lugar a todo, y que es él mismo eterno.

El arjé tiene, pues, un doble sentido: aquello de donde todo surge (origen) y aquello de lo que todo está hecho (esencia), porque la materia que origina todos los seres naturales es la materia esencial de todas las cosas.

3.1.2. LOS MILESIOS

La filosofía nació en la ciudad jónica de Mileto. Esta ciudad estuvo en contacto directo con las antiguas civilizaciones orientales; participó lingüísticamente de una cultura que tenía ya en su haber una brillante literatura épica y lírica; y era un activo centro mercantil y colonizador. La ciencia griega fue, por tanto, resultado de un rico humanismo, una cultura cosmopolita y una emprendedora actividad mercantil.

Como vemos, la ciudad de Mileto presentaba a finales del siglo VII y principios del VI, todas las condiciones que posibilitan ese paso del mito al logos que permite el surgimiento de la filosofía. Los tres autores que iniciaron esta andadura fueron Tales, Anaximandro y Anaxímenes.

Tales de Mileto durante su vida compaginó actividades de tipo comercial, técnico, político y científico-filosófico. Realizó grandes aportaciones a la ciencia y a la técnica de su época: nuevos sistemas de navegación, predicción de un eclipse de sol, desarrollo de la geometría egipcia (método para determinar la altura de una pirámide midiendo su sombra, demostración de que el diámetro divide al círculo en dos partes iguales, etc.).

Los problemas científico-técnicos le impulsaron a plantearse problemas filosóficos. En ese sentido, su aportación intelectual más importante surgió al preguntarse de donde procede todo, la pregunta por el arjé de la Physis. Para tales, todo procede del agua. El agua es, pues, el arjé de la Physis.

Esta afirmación significa que, a pesar de las diferencias que encontramos en las cosas de la naturaleza, al final todo puede reducirse a agua. Existe unidad en la diversidad de los seres de la physis: la tierra y el cielo son un todo unitario que se puede reducir a algo común. El agua es vida y principio de vida, todo viene de ella y vuelve a ella, de manera que todo está vivo y en transformación eterna. Este modelo de pensar es monista, porque atribuye el origen a un solo elemento natural. Pero también significa que las causas de las cosas naturales no se encuentran en los dioses, sino en la propia naturaleza. Es un modelo naturalista, puesto que encuentra en la physis las razones de su devenir.

Según Tales “la naturaleza está llena de dioses”, desde luego la frase no significa que en cada cosa haya dioses personales como Zeus o Apolo. Parece apuntar más bien a que, puesto que el arjé es una fuerza que hace nacer las cosas, tendría el carácter de algo que está por encima de los hombres, que no está sujeto a muerte ni transformación y a esto los griegos lo llamaban theos, dios. Decir que la naturaleza está llena de dioses significa que la propia naturaleza es theos.

Anaximandro se interesó por la astronomía, la geografía y la biología. Corrigió y completó a Tales en varios aspectos:

No es razonable buscar el principio de todas las cosas en el agua porque este elemento es uno más de los que observamos y no debe tener ningún privilegio sobre los demás. Así pues, Anaximandro postula la existencia de una materia originaria e indeterminada a la que llamó apeiron o indefinido, que nunca envejece y de la que todo surge. La formación de las cosas se realiza por un proceso de separación dentro del apeiron. El apeiron está en eterno movimiento y de él se desprendieron progresivamente lo caliente  y lo frío, lo seco y lo húmedo que originan el fuego, la tierra, el aire y el agua.

En Anaximandro fue importante, también su concepción del mundo como un cosmos u orden conforme a una ley que une de manera coherente todas las partes del mismo. Además, dio idea de la evolución de la vida, a la que situaba originariamente en el cieno caliente, pues la vida surgió de la humedad sometida al calor. Por primera vez apareció formulada una teoría evolucionista de carácter puramente natural.

Anaxímenes puso en el aire el principio de todas las cosas porque entendió que el aliento (uno de los primeros significados de la palabra alma en griego), que es aire, es principio de vida.

Quizá el que se vuelva a un elemento concreto de la naturaleza (el aire) como principio de todo pueda considerarse como un retroceso respecto de Anaximandro; sin embargo, Anaxímenes definió, por primera vez, el mecanismo de transformación o cambio de las cosas a partir del aire originario. En efecto, el filósofo observó que las cosas, cuando se calientan, se dilatan y, cuando se enfrían, se contraen. De ahí pudo deducir que, por condensación, el aire se convierte en agua y, después, en tierra; y, por rarefacción, el aire mismo se convierte en fuego.

3.2. LOS PITAGÓRICOS

El pitagorismo es el nombre de una escuela místico-filosófica fundada en Crotona (Magna Grecia) a mediados del siglo VI por Pitágoras.

Pitágoras era originario de la isla de Samos, en el mar Egeo. Fundó una comunidad o secta religiosa con preceptos que eran obligatorios para todos sus miembros y que debían guardar en secreto. El secreto nos ha impedido saber muchas de las afirmaciones de estos pensadores y discernir cuáles eran del maestro y cuáles de los discípulos. A esta secta pertenecieron muchos aristócratas de Crotona, por lo que cuando el régimen aristocrático de la ciudad fue sustituido por otro democrático, los pitagóricos tuvieron que huir y refugiarse en otras ciudades. Una de las doctrinas más atrayentes de los pitagóricos, en el momento, es la del carácter divino y, por lo tanto, inmortal del alma. Esta tiene su origen en el orfismo, corriente mística oriental que defiende que las almas, cuando mueren, se encarnan en los cuerpos de distintos tipos de animales (doctrina de la transmigración de las almas).

Para conseguir la reencarnación en un ser superior después de la muerte, el alma tiene que purificarse durante la vida. El camino para la purificación pasa por el seguimiento de determinados rituales, pero también por el estudio de la filosofía, que era entendida como el conocimiento matemático. Con ello, la filosofía adquiere un carácter místico que no tenía en Jonia.

El fin de la vida es la superación del medio terrenal y la identificación con el alma del mundo, por ello tenemos que conocer cómo actúa este cosmos, pues el que estudia el cosmos, el orden del mundo, se hace así mismo ordenado y purifica su alma.

El orden del cosmos es un orden matemático porque las matemáticas expresan a estructura, la forma del mundo. Por eso decían los pitagóricos que todas las cosas están hechas de números, que los números eran el arjé del mundo. Pero el número no refleja la materia del mundo, como era el arjé para los jónicos, sino la forma del mundo. La forma es ahora el elemento esencial que hay que descubrir para comprender la Naturaleza, y la forma del mundo es matemática. De este modo no nos sorprende que los pitagóricos hicieran grandes progresos en las matemáticas.  Sin embargo, la teoría de que todo está hecho de números (enteros) recibió un duro golpe cuando la propia escuela se apercibió de que las figuras geométricas no están constituidas por un número finito de puntos sino por una infinidad de ellos.

3.3. HERÁCLITO, EL GRAN SOLITARIO.

Nació en una familia de estirpe real en la ciudad jónica de Éfeso. Su cronología es bastante incierta, se sitúa hacia el 504 a. de C. el problema es determinar si fue anterior o posterior a Parménides. La mayoría de los autores lo consideran anterior, pero hay voces disidentes que estiman que la dialéctica heracliteana supera el estatismo parmenideo.

Vivió en la época en que las ciudades griegas de Asia Menor estaban bajo dominación persa y asistió al tránsito de una sociedad agraria y aristocratizante a una urbana y democrática. Su origen noble y el convencimiento de la decadencia de la clase a la que pertenecía le hicieron alejarse de los asuntos políticos, a los que tenía derecho por su nacimiento, y dedicarse al estudio de la filosofía.

Todo lo que conocemos de Heráclito son aforismos, frases cortas y de carácter críptico y, a veces, burlón. Por eso, se le llamaba “el oscuro”. También recibía el nombre del “gran solitario” porque consideraba que su obra no había recibido influencia de nadie. Sin embargo, en sus fragmentos podemos rastrear vestigios de las posturas milesias, por lo que respeta al interés por encontrar el arjé de la physis, y también pitagóricas, aunque más débiles.

El problema originario, igual que en los milesios, es el de la Naturaleza. Si la observamos, constatamos que todo está en continuo movimiento, devenir o transformación: “Todo fluye, nada permanece. No puedes bañarte dos veces en el mismo río”. Por tanto, lo verdaderamente originario, el verdadero principio, es el cambio, el devenir mismo. Y esto marca la unidad del cosmos, lo que unifica las cosas es que son cambiantes.

¿Cómo se manifiesta el devenir en el mundo? En la “lucha de opuestos”. El devenir del mundo es una lucha de fuerzas opuestas. Así, existe la salud porque conocemos la enfermedad, y el hambre porque sabemos de la saciedad. Las cosas son lo que son en oposición a otras: “es necesario saber que la guerra es común, que la justicia es lucha y que todas las cosas surgen a través del conflicto y la necesidad”. Es la oposición de los contrarios lo que armoniza y ordena el mundo, y sólo cuando se tensa la cuerda de una lira, surge la armonía de su música. Como no hay vida sin lucha, no hay devenir sin lucha de opuestos.

Este mundo, que es oposición, se identifica en Heráclito con el fuego, porque es el único elemento que se mantiene mientras destruye la materia que lo produce. El fuego es arjé: “este cosmos, el mismo para todos, no ha sido creado por los dioses ni por los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eterno que se enciende según medida y se apaga según medida”. En este fragmento, se ve claramente el principio naturalista del mundo como physis autónoma hombres y dioses, y el principio racional de ordenación del mundo (“se enciende y apaga según medida”).

El devenir, que es fuego, no es caótico, ni azaroso, sino que obedece a una ley, al logos. Este logos es la razón universal que rige todas las cosas, es intrínseca a la propia naturaleza y consiste en la armonía de los contrarios. Tal ley, que ordena y hace inteligible el cambio, no se manifiesta a los sentidos: “La Naturaleza gusta de ocultarse”, sino a la razón humana, que es común al logos universal: “el pensar es común a todos”.

Este logos común no sólo da razón de las cosas naturales, sino también del ser y el obrar humano que se integra, de esta forma, en el cosmos: “la guerra es padre de todas las cosas y rey de todas; a unas las ha convertido en dioses, a otras en hombres, de éstos ha hecho a unos esclavos y a otros libres”. El orden social vigente, pues, también está justificado desde el orden natural, la razón universal que gobierna el cosmos.

3.4. PARMÉNIDES Y EL ELEATISMO.

Era originario de la ciudad de Elea (Magna Grecia) y parece que tuvo su época de madurez hacia el 475 a. de C., aunque, al igual que en Heráclito, no existen datos fidedignos sobre su cronología.

Con Parménides se consolida un cierto idealismo filosófico, iniciado por los pitagóricos, al separar definitivamente el mundo que aprehendemos por los sentidos (que es ilusorio) del que capta la razón (única realidad verdadera). Tal pensamiento aparece en su única obra conocida, el poema Sobre la Naturaleza.

La obra está escrita en verso, como los poemas de Homero y Hesíodo, en quienes se inspiró. En ella, el poeta es conducido, desde el mundo terrestre a la morada de la Musa que, con permiso de la diosa Diké (Justicia), le revelará la Verdad.

En la introducción, la diosa le presenta las dos vías de conocimiento: por un lado, la de la verdad y el ser (objeto de la primera parte) y, por otro, la de las opiniones y las apariencias (objeto de la segunda parte).

En la primera parte o vía de la verdad, se plantea la preocupación fundamental del poema: el problema del conocimiento de la verdad. La verdad no es evidente a los datos de los sentidos, sino que es preciso descubrir, desvelar (el término griego para designar la verdad es aletheia que significa “desocultar”, sacar a la luz algo), y esto sólo se consigue con la razón.

Esta preocupación epistemológica (por el conocimiento) se resuelve con una afirmación ontológica (sobre el ser, lo que hay). La única verdad es que el Ser es y el No Ser no es.

Según Parménides, el devenir, el nacer o el perecer, es imposible pues nacer consiste en pasar del No Ser al Ser y perecer en pasar del Ser al No Ser, y tales cosas ya se ha dicho que no pueden producirse. Este planteamiento sobre el Ser critica tanto a milesios, que afirmaban que una materia originaria se convertía en otra y eso va en contra de la razón, como a Heráclito, que veía en el devenir la esencia de la cosa. En Parménides aparece el pensamiento abstracto como medio único de acceder a lo real. Sólo es real aquello que puede ser pensado sin contradicción (el ser es) y sólo puede ser pensado aquello que es (idealismo).

Las características del Ser que se deducen de estos principios son las siguientes. En primer lugar, es eterno, porque, de lo contrario, vendría de la nada y se transformaría en la nada y esto ya se ha descartado. De modo que no tiene ni principio ni fin.

El Ser es indivisible, porque, si fuera divisible, se distinguirían dos partes o rasgos al menos de él. Y lo harían por algún aspecto: cosa imposible porque tal aspecto o sería Ser, y no podría distinguirse del Ser, o sería No Ser, nada, y la nada no puede ser. Es decir, como fuera del Ser no hay nada, sólo hay un Ser. El Ser es Uno y lleno.

El ser es inmóvil, porque si se moviera tendría que hacerlo en algo sobre lo que moverse (no se concibe el vacío) pero no hay nada externo al Ser, luego no hay movimiento. Además, será infinito porque lo finito es incompleto y al Ser no le falta nada, es perfecto. En función de estas características, Parménides representa al Ser como una esfera cerrada, plena e inmóvil.

En la segunda parte del poema, la vía de la opinión, trató Parménides las opiniones del hombre común. En ellas recogía distintas teorías físicas para explicar el universo. Pero insistió en que se trataba de las “opiniones de los mortales”, a sabiendas de que sólo se puede hablar de puras apariencias.

La filosofía eleática desarrolló un línea de pensamiento que dio prioridad al pensar sobre el Ser (idealismo) y estableció las exigencias de un discurso lógico (la no contradicción). A partir de él, ya no será posible ninguna filosofía que contradiga estos principios del pensar racional lógico. Sin embargo, esto estaba en contradicción con la idea jónica del origen único del mundo y, además, los sentidos nos indican que las cosas se transforman y que hay movimiento. Estos serán los dos problemas que dejará planteado el pensamiento de Parménides. La tarea de los filósofos posteriores será explicar el mundo material en movimiento sin violentar la lógica de la razón.

3.5. LOS PLURALISTAS Y EL ATOMISMO.

La filosofía postparmenídea ha de buscar un nuevo camino para explicar el mundo. En vez de suponer en el arjé un solo elemento que al transformarse da lugar a todos los de la naturaleza), se afirmó la existencia de múltiples elementos originales que poseían las mismas características del Ser de Parménides (eternos inmóviles, invariables y limitados) que, al combinarse entre sí, daban lugar a un universo múltiple y cambiante. Fueron los pluralistas y atomistas.

Empédocles. Nació en Agrigento (Sicilia) en el 490 y murió en el 430 a. de C. En su poema Sobre la Naturaleza concibió el mundo como una esfera (influenciado por Parménides) en la que se encontraban originariamente los cuatro elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra. Cada uno de ellos era eterno inmutable y las cosas se diferenciaban unas de otras por la diferente proporción que tenían de esos elementos. De esta manera, se puede decir que nacer consiste en la unión de los elementos y perecer en la separación de los mismos. El factor que hace que los elementos se mezclen se compone de las fuerzas del Amor y la Discordia, como fuerzas cósmicas que influyen en el cambio.

Anaxágoras. Nació en Clazomene (Jonia) en el 500 y se trasladó a Atenas, donde murió en el 430 a. de D. No le convenció la solución de Empédocles y afirmó que los elementos eran las llamadas “semillas” (homeomerías). Estas semillas eran partículas invisibles de cada cosa, de manera que “en todas las cosas hay semillas de todas las cosas”. Las cosas se diferenciaban unas de otras porque contenían una mayor proporción de las semillas determinadas. Para introducir el orden y el movimiento en el mundo de las semillas. Anaxágoras afirmó la existencia de una inteligencia separada del mundo (Nous) que tendría bastante incidencia en la filosofía posterior.

Leucipo de Mileto. Introdujo el llamado atomismo como salida a la situación de la filosofía creada por Parménides. Pero  se sabe muy poco de él y, por ello, vamos a exponer la versión de su más famoso discípulo, Demócrito de Abdera.

Demócrito. Parte de la filosofía parmenídea: el Ser es imperecedero e inmutable. Pero no es Uno, sino que es infinito en número y, por ser indivisible, le llamó átomo. Además, se diferencia de Anaxágoras en que para este las semillas primarias eran distintas, mientas que, para Demócrito, la materia de los átomos era igual en todos y sólo se diferenciaban por su magnitud o su forma.

Pero los atomistas introdujeron una variante de mucho más calado: rechazaron el segundo principio de Parménides (el No Ser no existe) porque, para ellos, el No Ser es el vacío y el vacío existe; y el vacío, por ser penetrable, permite el movimiento de los átomos.

Los átomos se mueven en el vacío en todas direcciones sin ningún orden establecido; pueden chocar al azar entre sí, provocando nuevos movimientos que dan lugar a lo que conocemos como cuerpos.
Quedan establecidos los tres clásicos principios del atomismo que explican la formación de las cosas:
-los átomos
-el vacío
-el movimiento, que, al contrario que los pluralistas, no precisa introducir ninguna fuerza motriz independiente para explicar su devenir.

Esta ontología “materialista” tiene su correlato en una concepción sensualista del conocimiento. En la percepción, única forma de conocimiento, entran en contacto los efluvios de átomos que salen de los cuerpos y los órganos sensoriales humanos. Ver, oír o tocar no es más que ese choque.

4. LA PREOCUPACIÓN ANTROPOLÓGICA

4.1. LOS SOFISTAS.

En la Atenas del Pericles (siglo V a. de C.), se fue formando un grupo de pensadores y enseñantes más preocupados por las cuestiones políticas o éticas que por las cosmológicas. Son los sofistas y con ellos se inicia una nueva etapa en la historia del pensamiento griego. El porqué de este cambio en la orientación filosófica lo podemos encontrar en las siguientes razones.

  • Los temas de la filosofía anterior centrada en la búsqueda del arjé de la physis habían dejado de ser objeto de preocupación ante la multitud de teorías distintas y contradictorias. El escepticismo por la imposibilidad de encontrar la verdad lleva a un cierto abandono de la preocupación por la physis.

  • La Atenas del momento está más centrada en discutir su propio destino político, como potencia hegemónica en el Mediterráneo, y en encontrar los medios para fortalecer su poder. El ciudadano ateniense se preocupa por su papel dentro de la polis de la forma de hacer carrera política. Para destacar en política es necesario convencer a los otros ciudadanos en la Asamblea; por ello, la oratoria y la retórica adquieren una gran importancia. Una da las razones del nacimiento de la sofística radica precisamente en la exigencia de cubrir esta exigencia. Los sofistas eran maestros que enseñaban a triunfar en la vida pública. Las demandas del momento, por tanto, estaban centradas en el conocimiento de la realidad política y en los principios éticos que la dirigen. Se trata de saber vivir en la polis y de saber vivir una vida buena. Se consuma, pues, el giro antropológico en la filosofía griega.

La influencia de los sofistas en la Atenas del momento era considerable, aunque fueron vistos con recelo por parte de los que tenían una perspectiva más tradicional de la vida o no estaban de acuerdo con sus planeamientos individualistas por lo que, ya a finales del siglo V, el término sofista adquirió un carácter peyorativo e identificado a charlatán, engañador e interesado (ya que cobraban por sus enseñanzas). Platón los va a convertir en objeto central de sus críticas.

Sin embargo, los sofistas de la primera generación mantuvieron una gran confianza en la razón y en ella pretendieron fundamentar la convivencia civil y política. Pero las guerras del Peloponeso introdujeron un giro individualista y pasional en el planteamiento sofista y estos derivaron hacia una valoración de las razones personales e individuales que justifican el relativismo y el poder del más fuerte. Lo que interesaba no era mantener la opinión mejor fundada racionalmente, sino la opinión propia.

Como movimiento educador, fueron grandes divulgadores del saber del momento, y crearon lo que se ha considerado un auténtico “movimiento ilustrado”. Los representantes más destacados fueron Protágoras y Gorgias.

  • Protágoras. Se hizo famoso por la siguiente frase: “El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”. En esta expresión se contiene uno de los rasgos propios de la sofística: el subjetivismo total y el relativismo en el conocimiento. Las apariencias son verdaderas y, por tanto, lo único verdadero es la opinión, pues la verdad no puede ser alcanzada. Lo que interesa es la opinión que pueda ser útil a la polis.

  • Gorgias. Sus tesis principales se pueden resumir en las siguientes: 1) nada existe (no existen seres); 2) si existieran seres, no serían cognoscibles por los hombres; 3) si fueran cognoscibles, no serían comunicables a los otros. Con estas afirmaciones se separa radicalmente de los planteamientos anteriores, sobre todo de los parmenídeos. Llegó a la conclusión de que no se puede saber la verdad o falsedad de ninguna afirmación, la palabra queda para convencer a los demás de las propias propuestas, independientemente de su verdad o bondad. La función de esta tesis era poner de relieve el valor ético-práctico de las decisiones de la Asamblea. En ella, lo que vale es el poder de persuasión de los oradores para que sea aprobada una alternativa de acción en vez de otra.

Los sofistas tienen una concepción de la razón distinta (quizá sólo cercana a Nietzsche y a sus seguidores contemporáneos): una razón que tenga como referencia la justicia tal como es o puede ser en este mundo, y no tal y como debería ser sabiendo que hay otro.

Este relativismo en el conocimiento va unido a la idea del convencionalismo de la ley. Las leyes de la polis no son de origen divino sino humano, por lo que pueden mejorarse; son pura convención (nomos), como lo demuestra la diversidad de constituciones y formas políticas. Pero si las normas políticas son convencionales, también lo son las morales, como se pone de manifiesto en la falta de acuerdo a la hora de decir lo que es bueno y lo que es justo. El problema es si tales normas son acordes con la naturaleza humana (physis) o no. Los sofistas de la primera generación, como Protágoras, pensaron que sí, puesto que la norma se ajusta al dictado racional del hombre que la ha hecho. Pero la segunda sofística, Trasímaco, opinó que lo natural en el hombre es la búsqueda del placer y el dominio del más fuerte y, en este sentido, el nomos es contrario a la physis. Este debate entre lo natural y lo convencional animó las disputas entre los sofistas y uno de sus ilustres contemporáneos, Sócrates.



4.2. SÓCRATES

Sócrates era originario de Atenas en el 470 a. de C., hijo de un escultor y una comadrona. Participó en la vida pública como soldado en las guerras del Peloponeso y realizando las funciones de jurado y senador, la final de su vida, fue condenado a muerte acusado de suprimir la religión tradicional del Estado y corromper a la juventud con sus enseñanzas. Las razones de su condena fueron las rencillas y las venganzas públicas que se produjeron a la caída del gobierno de los Treinta Tiranos en Atenas. Rehusó la huida que le propusieron sus discípulos y asumió las leyes de Atenas, aun sabiendo que eran injustas. En el año 399 a. de C. Bebió la cicuta rodeado de sus discípulos y amigos.

Todo lo que se conoce de él es a través de los escritos de historiadores o discípulos suyos, pues no escribió nunca nada. Por eso, hay varias versiones de su pensamiento.

A veces, ha sido considerado como un sofista, pero aunque mantuvo buenas relaciones con algunos de ellos rechazó la mayoría de sus posiciones. Para él, la filosofía ha de ser una búsqueda incansable, y en diálogo  vivo, de la verdad. Su objetivo es la definición de conceptos como la virtud, la justicia o el bien. Se trata de establecer los rasgos que son comunes a todas las cosas de que se puede afirmar ese concepto. La pregunta fundamental de Sócrates es por la esencia de la cosa, el qué es la cosa, aquello que la cosa es realmente. De esta manera, se superó el relativismo de los sofistas y se intentó acceder a verdades universales y válidas para todos.

No obstante, la finalidad de este conocimiento de la esencia de las cosas no es meramente contemplativo, sino que tiene un sentido ético-práctico. En efecto, el que conoce el bien pretenderá poseerlo y será bueno porque nadie hace el mal con plena conciencia de que lo que hace está mal. Quien hace el mal es que está equivocado y cree erróneamente que tal acción es buena y, por tanto, le llevará a la felicidad; por este motivo, sólo se alcanzará esa si se obra el bien, pero para ello hay que saber qué es el bien. Esta teoría que basa la acción moral en el conocimiento del bien se denomina intelectualismo moral.

Para acceder a ese conocimiento de la verdad, no se puede partir de las opiniones, pues estas son cambiantes, pero tampoco del conocimiento del mundo exterior, que no sirve para mejorar la condición humana. El único punto de partida del conocimiento es el interior del propio hombre, el conocerse a uno mismo y saber las propias posibilidades.

El origen del conocimiento está en asumir la propia ignorancia, ya que el que cree saber algo difícilmente emprenderá el camino de la búsqueda del conocimiento. La verdadera ignorancia no es la del que no sabe, sino la del que no quiere saber porque cree que sabe. Esto es lo que él criticaba a los sofistas, frente a los que se presenta no como sophos (sabio) sino como philosophos (amante de la sabiduría): “Sólo se que no se nada”.

El método para llegar a la verdad se deduce de estos planteamientos y se presenta en dos momentos:

  1. La ironía. Su actividad filosófica transcurrió sobre todo en diálogo con sus amigos, e la calle o en la plaza, sus enseñanzas las realizaba en una conversación con una serie de preguntas dirigidas. Con ellas, se hacía caer en la cuenta al interlocutor de las deficiencias de sus conclusiones anteriores, es decir, se le refutaba su definición o idea sobre un concepto o tema concreto. Se trataba de que el interlocutor viera que no sabía lo que creía saber. Con ello, conseguía  su misión. Liberar, purificar del error al espíritu cegado por él. De es manera, se estaba en condiciones de recuperar la vista y entrar en el camino de la verdad y, por tanto, de la virtud.

  1. A partir del reconocimiento de la ignorancia, Sócrates iniciaba su mayéutica, a saber, la función de dar a luz los conceptos verdaderos. Este arte decía que lo había aprendido de su madre, que era comadrona.

Sócrates mantenía que no enseñaba nada, que sólo ayudaba a que el interlocutor sacara a la luz los conceptos que estaban en él mismo, ayudaba a dar a luz a la verdad, porque la verdad existe y está en nosotros. Sólo su conocimiento nos hará más justos y más libres.

Con este método, Sócrates pretendía que el individuo alcanzara la virtud, que aprendiera, desde su propia racionalidad, a ser mejor, realizando su humanidad. Ahora bien, esto sólo puede conseguirse en relación con los demás (en diálogo), porque sólo en el ámbito comunitario, en la polis, encuentra sentido la vida humana.

Este camino es el que seguirá el más señalado de sus discípulos, Platón.


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