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LOCKE Y HUME

1. LOCKE
Nacido en Bristol en 1632, el mismo año que Spinoza, en el seno de una familia de inclinaciones liberales, Locke fue un, ferviente, defensor del liberalismo y, en general, de, los ideales ilustrados de racionalidad, tolerancia, filantropía y libertad religiosa. Estudió Química y Medicina, tras abandonar los estudios de Teología. Desterrado primero (circunstancia que aprovechó para viajar por Holanda, Francia y Alemania), regresó a Inglaterra tras la revolución de 1688. Murió en 1704
1.1 LOCKE Y EL ANÁLISIS EMPIRISTA DEL CONOCIMIENTO
1.1. 1 LA CRÍTICA AL INNATISMO
La teoría empirista se opone radicalmente a la tesis racionalista que afirma que existen ideas y principios innatos al entendimiento.
a) No hay argumento sólido alguno para afirmar que existen principios o nociones explícitamente conocidos y reconocidos por cualquier mente o entendimiento. El argumento que suele utilizarse, señala Locke, es el del consenso universal:
1) que no existe este supuesto consenso universal (los niños y los idiotas tienen mente y no formulan ni entienden tales principios.
2) que si lo hubiera, no podría deducirse de él que tales principios son innatos, ya que su aceptación generalizada podría explicarse de otras maneras.
El innatismo es, pues, una hipótesis carente de fundamento y además superflua
1.2. LA GÉNESIS DE LAS IDEAS
1.2.1. La experiencia, origen y límite de nuestro conocimiento
1) La cuestión que primeramente importa someter a estudio es la génesis de nuestras ideas, es decir, cómo se originan a partir de la experiencia, puesto que todas ‑hasta las más complejas y abstractas‑ proceden de ella, y 2) que la experiencia constituye el límite de nuestro conocimiento doblemente: en cuanto a su extensión (el entendimiento no puede ir más allá de lo que permita conocer nuestra experiencia) y en cuanto a su certeza.
1.2.2. El análisis de las ideas
Un camino: tomar nuestras ideas complejas y descomponerlas hasta encontrar las ideas simples de que proceden Se trata, pues, de estudiar los mecanismos psicológicos de asociación y combinación de ideas.
Este modo de plantear el problema del conocimiento suele denominarse psicologismo.
1.3. LA NOCIÓN DE IDEA
La noción de idea en Locke es, fundamentalmente, la misma que introdujo Descartes no conocemos directamente la realidad, sino nuestras ideas de la realidad.
a) Las ideas son el objeto inmediato de nuestro conocimiento o percepción. Ideas son, pues, lo que conocemos, trátese de un color, un dolor o un recuerdo.
 b) Las ideas son imágenes o representaciones de la realidad exterior.
1.4. CLASES DE IDEAS
 Locke a distingue entre ideas simples e ideas complejas.
1.4.1. Ideas simples
Dentro de las ideas simples ‑que no son ya combinaciones de otras ideas, sino como átomos del conocimiento‑, distingue Locke dos subclases: las que provienen de la sensación (de la experiencia externa) y las que se originan en la reflexión (Locke entiende por "reflexión" la experiencia interna, el conocimiento que la mente tiene de sus propios actos y operaciones). Dentro de las ideas de sensación (experiencia externa), Locke distingue, por último, las ideas de las cualidades primarias (figura, tamaño, etc.), y las ideas de las cualidades secundarias (colores, olores, etc.).
1.4.2. Ideas complejas. La idea de sustancia
distingue tres clases de ideas complejas: de sustancias, de modos y de relaciones. La consecuencia del empirismo de Locke es que no conocemos el ser de las cosas, conocemos solo aquello que la experiencia nos muestra, es decir, un conjunto de cualidades sensibles.
1.5. Y0, MUNDO, DIOS
Locke distingue ‑siguiendo a Descartes‑ tres grandes ámbitos o zonas: el yo, Dios y los cuerpos.
a) De la existencia del yo tenemos certeza intuitiva (en este punto sigue la teoría cartesiana y su célebre afirmación "pienso, luego existo");
b) de la existencia de Dios tenemos certeza demostrativa (la existencia de Dios puede ser demostrada utilizando el principio de causalidad, Dios es la causa última de nuestra existencia);
c) de la existencia de los cuerpos, en fin, tenemos certeza sensitiva
Tanto la existencia de Dios como la existencia del mundo exterior, de los cuerpos, son afirmadas en virtud de un razonamiento causal:

2. DAVID HUME (1711-1776)

            Fue el pensador que trasladó el empirismo hasta sus últimas consecuencias, a buen seguro el más consecuente de todos ellos, el más fiel y el más coherente. Su obra, pese a no recibir en su momento el reconocimiento debido, ha resultado decisiva en el desarrollo del pensamiento occidental, como pronto veremos al estudiar a Kant, al que, según testimonio del propio genio de Koenigsberg, despertó del sueño dogmático.

2.1-.HUME Y LA ILUSTRACIÓN BRITÁNICA.
            La Ilustración fue un movimiento cultural que no se circunscribió únicamente al territorio francés y a los enciclopedistas. Y aunque nos extenderemos en ello más adelante, cabe ahora destacar que Hume fue el más genuino representante de la Ilustración británica, y probablemente de toda la ilustración adoptando algunos de los principios básicos de este movimiento como el afán de depurar el conocimiento de todo prejuicio y superstición.
            El escocés, nacido en Edimburgo en 1711, estudió en esta misma ciudad y en La Flèche, en el mismo centro en el que años antes había estudiado Descartes. A lo largo de sus años de estancia en Francia escribió sus obras más importantes, entre las que destaca su a Treatise of Human Nature (Tratado sobre la Naturaleza Humana). Al recibir poco calor popular con la publicación de esta extensa obra, se decidió por la composición de una obra más breve que contuviera lo principal de la anterior. Fruto de este esfuerzo nace la Enquiry concerning the human Understanding (Investigación sobre el Conocimiento Humano), y con ella, un cierto éxito de crítica para el autor.

            Hume vivió un tiempo en París como secretario de la embajada, y allí, en la capital de las luces, conoció a los grandes de la ilustración francesa (Voltaire, Diderot, D`Alembert, Rousseau).Murió en su Edimburgo natal, donde según sus propias palabras se retiró para disfrutar de los placeres de las damas discretas, en el año 1776.
            Hume admiraba profundamente los logros conseguidos por Isaac Newton en el terreno de la Física y en el terreno del método de las ciencias experimentales. Su pretensión fue, desde un inicio, la de convertirse en el Newton de la ciencia moral. Hume pretendió aplicar el método newtoniano a los asuntos morales. Los paralelismos con Newton y su método para las ciencias son patentes: la negativa de ambos a fingir hipótesis, es decir, a buscar explicaciones últimas; o un curioso recurso a experimentos de carácter psicológico. Hume concebía la mente tal y como Newton concebía el universo: las impresiones equivalen a los corpúsculos o átomos que se atraen y se repelen entre sí por una especie de gravitación (leyes de asociación de ideas).
            Hume va más allá: pretende unificar todas las ciencias basándolas en una ciencia fundamental: la ciencia de la naturaleza humana. El cometido de esta nueva ciencia será, sobre todo, examinar la extensión y las fuerzas del entendimiento humano, y explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y de las operaciones que realizamos al argumentar. Esa investigación debe tener lugar en un marco empirista que no acepte ir más allá de los límites de la experiencia y que utilice una metodología newtoniana. El instrumento de análisis de este proyecto serán las leyes de asociación de ideas.

2.2.-CARACTERÍSTICAS DEL  EMPIRISMO.
         Inglaterra presentó una serie de características diferenciales del resto del continente no solo en lo relativo a la política. También en Filosofía sus planteamientos fueron originales.
         Frente a problemas e intereses similares (la justificación y la fundamentación del conocimiento) los pensadores ingleses ofrecieron una alternativa al racionalismo continental conocida como empirismo.
         El Empirismo se caracterizó por defender que en el proceso del conocimiento, la razón no es omnipotente, está supeditada y limitada por la experiencia.
Como antecedente de las posiciones de este siglo encontramos una larga tradición que reivindica la observación y el estudio de la naturaleza. Sus principales antecedentes son:
1.             Guillermo de Occam, franciscano del siglo XIV opositor de la escolástica tomista que estableció el recurso a la experiencia como procedimiento indispensable en cualquier investigación.
2.             Francis Bacon, que defendió en su obra Novum Organon el método inductivo basado en la experiencia y la razón.
Aunque podemos encontrar grandes diferencias entre los distintos pensadores empiristas (Locke, Berkeley y Hume), caben destacar una serie de características comunes.
a). Supremacía de la experiencia. La fuente fundamental de conocimiento es la experiencia, de la que procede todo nuestro conocimiento y que es el criterio para establecer la verdad y el límite hasta el que puede acceder la razón humana. Aunque se valora la importancia de la razón en el proceso del conocimiento, esta supedita su capacidad a la experiencia, a diferencia de lo que ocurría en el racionalismo que la concebía sin límites y obstáculos.
b). Negación de la existencia de ideas innatas. La mente está inicialmente vacía (tabula rasa) y para llenarla dependemos, completamente de la información proporcionada por los sentidos. Todo conocimiento es adquirido.
c). Interés por el estudio del conocimiento humano. Al igual que el racionalismo, los pensadores empiristas se ocupan de cómo es posible nuestro conocimiento, cuál es su origen y sus límites.
d). Dificultad o imposibilidad de una metafísica. A diferencia de los racionalistas, los empiristas constatan las dificultades para obtener un conocimiento metafísico válido; algunos incluso niegan la posibilidad de conseguirlo (Hume).
e). Ciencias experimentales como modelo. Si los racionalistas tomaron el modelo deductivo de la Geometría (Descartes), los empiristas tomarán los modelos experimentales de la Física.

2.3.-LÍNEAS FUNDAMENTALES DEL PENSAMIENTO DE HUME

3.1.- TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

            El interés de Hume por fundamentar y legitimar el conocimiento humano proviene tanto del empirismo como de la ilustración.
Hume lo considera un elemento básico, sobre todo en filosofía, donde, antes de iniciar cualquier indagación, es indispensable investigar el conocimiento mismo para establecer una base firme que lo sostenga.
Pero (hasta aquí Locke y Hume mantienen similares propuestas, muy parecidas a las de Descartes, por cierto.) la novedad que introduce Hume consiste en lo siguiente: dado que el sujeto del conocimiento es siempre el ser humano, la investigación del conocimiento tendrá como paso previo el estudio de la naturaleza humana. O de otro modo:
Todas las ciencias son humanas, la filosofía ha de estudiar en primer lugar al hombre y sus facultades.

a.-El origen de nuestras ideas
 Según Hume todos nuestros contenidos mentales son percepciones, y todas las percepciones provienen de la experiencia. Esto quiere decir que el innatismo sostenido por Descartes y los racionalistas, es falso (como ya pensaba Locke).
Hume clasifica nuestras percepciones  según el grado de vivacidad, en dos tipos:
            - Impresiones, que serían las sensaciones inmediatas de la experiencia, tales como las imágenes, las pasiones o las emociones.
            - Las ideas que serían imágenes o copias difusas de las impresiones, productos de la imaginación y de la memoria que no llegan a igualar el grado de vivacidad de los originales. (No es lo mismo sentir frío que recordarlo, ni una pasión vivida que una recordada).
Pero también se pueden clasificar las percepciones según otros criterios diferentes:
Según su procedencia:
            - Percepciones de sensación, es decir, aquellas que provienen de mis sentidos (el color verde, el olor a tabaco de pipa).
            - Percepciones de reflexión, estados exclusivamente mentales como el aburrimiento que produce Operación Triunfo o la satisfacción que proporciona una clase de Filosofía.
Según su composición:
            - Simples, que no pueden dividirse en otras menores (un aroma o el tacto de una superficie agradable).
            - Complejas, en las que pueden distinguirse o pueden dividirse en otras más simples (La percepción de una rosa que conlleva su olor, su color o su tacto).

b.-La asociación de ideas

            Pero, ¿de dónde provienen las ideas simples? Todas las ideas simples provienen de sus correspondientes impresiones simples. Las representaciones mentales con las que argumentamos o razonamos son copias de nuestras impresiones o percepciones más vivas. Este principio de la procedencia de nuestras impresiones se convertirá en el criterio de validez que debe cumplir toda idea con pretensión de ser un conocimiento seguro.
Entonces, ¿las ideas complejas son también copia de impresiones complejas? En algunos casos sí, y lo vimos en el caso de la rosa (olor, color y tacto), pero, en otras ocasiones las ideas complejas son fruto de la combinación y unión fantasiosa de la imaginación realizada a partir de impresiones simples.
La imaginación sería la facultad encargada de combinar impresiones simples y formando ideas complejas.
Esto se produce en ocasiones de forma fantasiosa, pero en la mayor parte de las ocasiones  la imaginación  crea ideas complejas siguiendo ciertas leyes y regularidades. Es por esto que determinadas ideas parecen conducir, de forma natural a otras ideas (el humo al fuego y el retrato al retratado). A estas tendencias las denominó Hume leyes de asociación  de ideas, y son tres:
            - Semejanza: algo impulsa a la mente a asociar ideas entre las que existe algún grado de similitud (el retrato y lo retratado).
            - Contigüidad en el espacio y en el tiempo: una idea nos conduce a otra cuando entre ellas existe una relación de proximidad, ya sea espacial o temporal (del arco del violín al violín mismo).
            - Relación causa-efecto: ante los fenómenos que se acostumbran a suceder temporalmente nuestro entendimiento crea una expectativa de futuro: esperamos que a ciertos hechos les sigan otros, como sucedió en el pasado (del humo al fuego o de la lluvia a las nubes).

c.-Relaciones de ideas y cuestiones de hecho

            La distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas se inspira en el filósofo racionalista Leibniz (1646-1716). Según este, hay dos clases de verdades: las de razón y las de hecho. Las primeras son necesarias y no podemos pensar su opuesto porque este es imposible. Las verdades de hecho son contingentes y su opuesto es posible. Las verdades de razón no se refieren a la realidad y son innatas, se basan en el principio de identidad (A=A; lo que es, es) si son afirmativas o en el de contradicción (es imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo y respecto de lo mismo) si son negativas. Todas las verdades matemáticas y las leyes lógicas son de este tipo. Las verdades de hecho  se refieren a la realidad y se basan en el principio de razón suficiente (nada sucede sin que haya una razón suficiente para que sea así, y no de otro modo). 
            Para Hume nuestros contenidos mentales se reducen a impresiones o ideas, pero lo cierto es que con éstos pensamos, razonamos, construimos juicios y afirmaciones, establecemos relaciones entre nuestras percepciones. Pues bien, según Hume, todos estos juicios que componen el conocimiento pueden clasificarse en dos tipos:
            -Relaciones de ideas: estos juicios establecen relación entre ideas y conceptos; luego, no describen cómo es el mundo y no surgen de la experiencia, sino del razonamiento. Son afirmaciones universales y necesarias, es decir, válidas en cualquier circunstancia, ya que su negación implica contradicción o un absurdo. (p.ej: todos los solteros son no casados; la suma de los ángulos de un triángulo es siempre 180 grados) A las relaciones de ideas pertenecen las ciencias de la geometría, el álgebra y la aritmética, y, en resumen, toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta.
            -Cuestiones de hecho (matter of fact): son afirmaciones que se establecen entre hechos que debemos comprobar mediante la experiencia. Son contingentes, y por tanto, probables; son así, pero bien podrían no serlo en un futuro, su negación no implica ni contradicción ni un absurdo, luego son posibles. No son averiguadas de la misma manera que las relaciones de ideas; ni la evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la de las relaciones de ideas. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es siempre posible, ya que jamás implica contradicción y puede ser concebido por la mente con la misma facilidad que si fuera totalmente ajustado a la realidad.
A las relaciones de ideas le corresponden razonamientos demostrativos. A las cuestiones de hecho sólo corresponden razonamientos probables.

d.-El problema de la causalidad.

Hume afirma que la relación causa-efecto es la forma habitual de investigar sobre verdades de hecho. Esta conexión además de una ley de asociación de ideas, es una relación que atribuimos a lo que sucede en el mundo. Su validez ha sido aceptada sin crítica alguna durante mucho tiempo. Pero Hume desconfía, y pretende analizar la legitimidad de esa idea. Para ello aplica el principio empirista: para toda idea o creencia se ha de comprobar de qué impresión es copia, y en el caso de que no halláramos el original, ésta tendría que ser rechazada por ilegítima
¿Qué es la relación causal? Ante la cuestión de hecho <<el fuego calienta el agua>> pensamos que el fuego sería el responsable de un determinado efecto (el calentamiento del agua); Hume se da cuenta de que esa relación se concibe como una  conexión necesaria, como si ambas cosas se hallaran inevitablemente unidas imponiendo uno la aparición de otro. Entonces Hume, recurre a la experiencia para dar validez a ese conocimiento (aplica el principio empirista) y no encuentra impresión alguna de necesidad entre la causa (el fuego) y el efecto (calentamiento del agua). Lo único que Hume observa es que un hecho va seguido de otro fenómeno. Hume concluye que la idea de conexión es fruto de la imaginación. Cuando observamos en muchas ocasiones cómo un fenómeno va acompañado de otro, consideramos, llevados por la costumbre o el hábito, que siempre sucederá de la misma manera.
Este proyectar el pasado en el futuro es muy útil según Hume, pero en ningún caso una costumbre puede proporcionar más que creencias, y estas no son constitutivas del conocimiento universal y necesario.
            La idea de necesidad no se encuentra en los objetos mismos o en la conjunción constante de estos, sino en la observación de una repetición de un número suficiente de casos semejantes en el pasado. Que exista una buena razón para creer que un hecho se desarrollará de una determinada forma no significa que se trate de una verdad a priori, siempre es posible que el curso de los acontecimientos cambie.
            La duda sobre la relación causa-efecto supone un duro cuestionamiento de la ciencia que basa la mayor parte de sus explicaciones y sus predicciones precisamente en esta relación.
Para Hume los enunciados científicos no pueden identificarse con leyes universales. Estas no son más que creencias apoyadas en la costumbre y en la tradición, y no debemos olvidar que las creencias ni son universales ni necesarias, como mucho son probables (Es probable que el sol salga mañana).
En resumen, solo hay dos modos de conocimiento: el conocimiento de verdades de razón, intuitivas y autoevidentes, y la probabilidad o creencia, en la que se incluye el conocimiento de verdades de hecho. Hume lleva hasta sus últimas consecuencias los planeamientos filosóficos de sus predecesores Locke y Berkeley. Esto le hace desembocar en el escepticismo. Sin los datos sensibles, el entendimiento no puede alcanzar ninguna verdad acerca del mundo.


2.4.-LA CRÍTICA A LA METAFÍSICA.

            Volviendo al principio empirista, toda idea que pretenda tener validez como conocimiento ha de provenir de una impresión. Esto ya hemos visto que supone un problema para la fundamentación de las ciencias (problema de la causalidad); pero qué sucederá entonces con la Metafísica.
La metafísica, desde Aristóteles, pretendía investigar y descubrir la naturaleza última de la realidad. Pero parece que no se pliega a las dos categorías en las que Hume clasificó el conocimiento (relaciones de ideas o cuestiones de hecho). La metafísica no es propiamente un conocimiento, sino un conjunto de opiniones sin fundamento seguro.
Los problemas para la metafísica han sido tradicionalmente: el mundo, el alma y Dios. Hume se ocupará de estas tres sustancias y llegará a conclusiones bien distintas de la metafísica tradicional y la cartesiana. A la crítica del principio de causalidad se unirá la de las idea de sustancia, lo que lleva a Hume a cuestionar el uso que ha hecho la filosofía de estos tres conceptos.

La crítica a la idea de substancia

            Empezará Hume por analizar lo que se oculta tras la idea de sustancia.  Este concepto ya lo encontramos en la metafísica de Aristóteles.
            Hume indagará sobre la validez de la idea de sustancia, y lo hará recurriendo a su criterio de certeza: una idea es verdadera si le corresponde una impresión.
Si indagamos en cualquier fenómeno, podremos apreciar enseguida lo que Aristóteles denominaba sus accidentes (color, olor, forma, tamaño…) pero si eliminamos los accidentes ¿nos queda algún sustrato? No hay impresión que corresponda a la idea de sustancia, ya que no contiene nada sensible; por lo tanto, de acuerdo con el criterio de Hume, es una idea falsa.
            La idea de sustancia es un producto del sujeto que observa la realidad; nuestra tendencia natural es integrar en un objeto que permanece todas las cualidades de las que tenemos impresión sensible.
            Una vez descartada la idea de sustancia, a Hume le resultará muy fácil llegar a la conclusión de que los conceptos tradicionales de la metafísica también son conceptos vacíos. Veamos la crítica que realiza

El Mundo: Descartes la denominaba res extensa y quedaba garantizada su existencia a partir de la demostración de la existencia de Dios. Pero Hume no acepta, en absoluto esta garantía. Si analizamos la cuestión rigurosamente, nuestras  percepciones están causadas por los objetos con los que concuerdan y tienen una existencia separada de nosotros.
Pero la realidad es que estamos “encerrados” en nuestro mundo de contenidos mentales y no podemos ir más allá de él. Todo lo que percibimos son nuestras impresiones e ideas por lo que resulta inevitable no poder sustraernos a ellas.

El Alma: Hume rechaza mantener la creencia en el alma desde el punto de vista del conocimiento, desde el mismo momento en que hace la crítica a la idea de sustancia. No existe ese sustrato que daba cohesión a todos nuestros contenidos mentales, que supuestamente permanecía inmutable a pesar de que los contenidos mentales son diferentes en cada momento. Si aplicamos el criterio de certeza de Hume, nos encontramos con que no hay ninguna impresión sensible de la que pueda proceder tal idea de un yo siempre idéntico a sí mismo. Las impresiones que tenemos nos describen un mundo mental en constante cambio, que solo a través de una ilusión  encuentra un nexo de unión. Hume observa que aquello a lo que llamamos alma es solo la unificación ficticia de todas nuestras percepciones.
Nada hay en nuestra alma que permanezca idéntico, sin ninguna alteración durante un solo instante. Lo que nos lleva a pensar en un yo permanente es el hecho de que la memoria nos permite recordar impresiones pasadas, que nos recuerdan enormemente a las impresiones de nuestro yo presente, por lo que decidimos atribuir  ambas a un sujeto,  con cualidades  de continuidad y persistencia.
Dios: la existencia de Dios no es demostrable racionalmente. No existe ninguna impresión sensible que se corresponda con la idea de sustancia divina, y tampoco es correcto aplicar el principio de causalidad para deducir su existencia a partir de la experiencia sensible de sus supuestos efectos, remontándonos desde ellos hasta Dios como causa y origen de los mismos.
En resumen, la metafísica para Hume no ha sido nunca una ciencia, sino un vano deseo de penetrar en lo impenetrable. Los conceptos sobre los que se ha edificado toda la filosofía no son otra cosa que ficciones de nuestra imaginación.

           

2.5.-LA ÉTICA: EL EMOTIVISMO MORAL

 La ética de Hume aparece desarrollada en la obra Investigaciones sobre los principios de la moral. En este campo  huye del racionalismo, para explicar que la moral no descansa sobre la razón, sino, muy al contrario, sobre el sentimiento. Cuando se nos presenta un dilema moral y juzgamos algo como bueno para Hume no lo hacemos mediante una operación racional, sino lo que nos mueve en nuestra vida moral es el sentimiento. Esta postura se conoce como emotivismo moral y consiste en confiar en los sentimientos como fundamento de la conducta humana.
Hume afirma que la moralidad no se ocupa del ámbito de ser, sino del deber ser: no pretende describir lo que es, sino prescribir lo que debe ser. Así, de la simple observación y análisis de los hechos no se podrá deducir nunca un juicio moral, lo que “debe ser”. Hay un paso “ilegítimo” del ser (los hechos) al deber ser (la moralidad). Tal paso ilegítimo conduce a la falacia naturalista.
Lo que nos dice esta falacia es que las cualidades de los objetos (bueno, malo, justo) se convierten en  propiedades de los mismos, cuando, en realidad, son valoraciones que muestran sentimientos de agrado o desagrado de los sujetos ante hechos, objetos o personas.
Esta afirmación parece conducirnos, una vez eliminada la posibilidad de que la valoración moral dependa de categorías racionales, objetivas y universales, directamente al relativismo moral. Sin embargo, esto no es así, porque Hume da por supuesto que la naturaleza humana es común y constante y que esos sentimientos se desprenden de esa común naturaleza humana, que hace que a todos nos causen agrado o rechazo el mismo tipo de hechos. Es un producto social, resultado de una convención. Y uno de los factores más importantes a la hora de juzgar una conducta como buena es, para Hume, la utilidad, que despierta siempre la aprobación moral. Las conductas socialmente beneficiosas serán entonces interpretadas como buenas por los integrantes de esa sociedad, y surgirá el sentimiento opuesto ante conductas perniciosas para la sociedad, que serán moralmente reprobables, tales como el robo.
La originalidad del pensamiento de Hume reside en la importancia que concede a las pasiones, situándolas por encima de la razón, como rectoras de la voluntad. Lo que ocurre es que a veces  confundimos las pasiones tranquilas con la razón. El hombre no es una máquina calculadora, sino que es movido por las emociones.
Hume concede una gran importancia al sentimiento de simpatía, a nuestra propensión a sentir empatía por los demás, oponiéndose de esta manera a la visión pesimista del hombre que tenía Hobbes. Una vez más, lo que implica este sentimiento es la uniformidad que podemos observar en las inclinaciones y en el modo de pensar de quienes viven en la misma comunidad.


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