TEMA 2 PLATÓN
(417-347)
1.
EL AUTOR Y SU ÉPOCA
1.1
VIDA Y OBRA.
Platón nació en Atenas en el 427
a. C. en el seno de una familia noble. Parece ser que en el 409 formó parte
como soldado en la guerra del Peloponeso. En filosofía, recibió lecciones de
Cratilo, discípulo de Heráclito; aunque sin duda el que más influyó en la
formación de su pensamiento fue Sócrates, con quien permaneció más bien como
amigo entre el 407 y el 399 a. C. La condena a muerte del maestro marcó su
trayectoria vital e intelectual, puesto que Platón no se dedicó, como era de
esperar por su posición social, a la vida política activa en Atenas. Sin
embargo, como veremos, los sucesos de Atenas constituyeron el punto de partida
de su filosofía.
Hizo un largo viaje por Megara
(allí conoció a Euclides), Creta, Egipto y Cirene, y regresó a Atenas en el
396. A esta época corresponden sus obras llamadas de juventud.
A partir del 390 a. C. realizó
otro viaje a la Magna Grecia. En Tarento entabló amistad con el pitagórico
Arquitas. Después, en Sicilia, se hizo amigo también de Dión, cuñado del tirano
de la isla, Dionisio el Viejo. Este se enemistó con Platón y dio órdenes para
que el filósofo fuera vendido como esclavo a su vuelta a Grecia. Un conocido de
Platón le compró y le liberó. Sobre los 40 años, y ya en Atenas, funda la
Academia (llamada así por estar ubicada en un terreno en que se encontraba la
estatua del héroe Academo) es considerada como la primera universidad. Fue el
periodo de las obras de madurez.
Dionisio el Viejo murió en el 367 y le sucedió su hijo
Dionisio el Joven, quien pareció mostrarse más atento con su tío Dión. Una vez
más, se llamó a Platón (ya sexagenario) para poner en práctica su ciudad ideal.
Platón volvió a Siracusa pero enseguida el rey desterró a su tío y Platón regresó
a Atenas (366 a. C.). Regresó en un tercer viaje a Siracusa, pero la tensión
entre Dión y su sobrino se mantenía y tuvo que volver a Atenas con grandes
dificultades en el 358 a.c. En este periodo, escribió las obras llamadas de
senectud.
La gran mayoría de las obras de
Platón está escrita en forma de diálogo,
su vivacidad y belleza las colocan entre las grandes obras maestras de la
literatura universal. Las más importantes son estas:
Periodo de juventud: Apología de
Sócrates, Critón, Laques.
Periodo de transición. Cratilo,
Gorgias, República I, Protágoras y Menón.
Periodo de madurez: Banquete,
Felón, República II-X, Fedro.
Periodo de senectud: Parménides,
Sofista, Político, Timeo, Leyes, Carta VII.
1.2
CONTEXTO
HISTÓRICO Y CULTURAL
Aspectos históricos
Los principales acontecimientos
del siglo V en Grecia son las guerras médicas, victoria de los griegos,
constitución de la Liga de Delos y hegemonía de Atenas y guerra del Peloponeso.
Los primeros años de la vida de Platón estuvieron marcados por esa guerra. Se
puede insistir en algunas de las causas de la misma.
Por una parte, Esparta era un
polis (ciudad-estado) más tradicional con una constitución oligárquica; Atenas,
por esos años, iniciaba un gran desarrollo comercial abierto a los extranjeros y
se regía por una constitución democrática. Esparta se mantuvo recelosa ante la
hegemonía ateniense.
Por otra parte, bajo la dirección
de Pericles, Atenas creció a nivel político, comercial y artístico. Pero tal
engrandecimiento se realizó a costa de tributos excesivos a las demás
ciudades-estado. De modo que estas ciudades pidieron protección a Esparta que,
además tenía aliados entre los aristócratas atenienses no muy satisfechos con
la democracia. Ante la resistencia de Atenas a hacer cualquier concesión,
estalló la guerra.
Se inició la guerra del
Peloponeso (431 a. de C.) en la que estaba en juego, sobre todo, la hegemonía
de las dos ciudades. La guerra terminó con la victoria de Esparta en el 404 a.
de C. por tanto, prácticamente en el último tercio del siglo V Atenas vivió una
situación de guerra continua.
La guerra había producido
multitud de calamidades, hambre y miseria; además, acabó con la hegemonía de
Atenas.
La situación en Atenas desde el 404 a. de C. hasta el 390 a. de C.
La victoria de Esparta impuso a
Atenas el gobierno de los Treinta Tiranos. Ya en el 411, Atenas tuvo un
gobierno aristocrático. El gobierno de los Treinta Tiranos se destacó, de forma
especial, por su persecución a los defensores de la democracia. Duró poco y
pronto volvió la democracia a Atenas, aunque es precisamente con este régimen
cuando la Asamblea ateniense condenó a Sócrates a beber la cicuta (399 a. de
C.).
Durante estos años, los intentos
de los atenienses de recuperar la hegemonía no cesaron. Y no cesaron también
las escaramuzas y las alianzas contra Esparta. No faltaron, por tanto, los
enfrentamientos bélicos.
Desde el 390 a. de C.
Los años siguientes no ofrecen una visión de
Atenas muy diferente de la anterior. Las rencillas entre Esparta, Atenas y
Tebas ocasionaron guerras encarnizadas. El panorama empezó a cambiar cuando
Filipo accedió al trono de Macedonia (356 a. de C.).
Aspectos sociales
Por una parte, como en casi todas
las demás ciudades en Atenas podía distinguirse entre una clase alta y el resto
de los ciudadanos libres (sin contar los
numerosos esclavos). Los aristócratas no veían con buenos ojos la guerra con
Esparta porque no necesitaban los tributos de las otras ciudades para vivir. El
imperialismo ateniense beneficiaba, sobre todo, a los más pobres. Además, la
clase alta no manifestaba ningún entusiasmo por la democracia y, aunque no lo
decían, sentían gran preferencia por la oligarquía espartana.
La democracia posibilitaba que
algunos hombres de la clase popular pudieran llegar a la cúspide del poder y
esta circunstancia era admitida con rabia y, a veces, con desprecio por los
nobles. Unos y otros hacían de la política una cuestión de ambición personal.
En todo caso, la división interna
entre las dos clases sociales se hacía cada vez más sangrienta a finales del
siglo V; y no cambiará durante todo el siglo siguiente. En este sentido, Platón
manifestó la sensación de que los cambios políticos (democracia, oligarquía,
democracia…) cada vez ponían las cosas peor. Sin embargo, había sido en un lapso
democrático cuando la Asamblea ateniense había condenado a Sócrates a beber la
cicuta.
La educación de los atenienses.
La educación de los jóvenes
atenienses se había centrado tradicionalmente en la música, la gimnasia y la
rítmica. Estos aspectos no eran considerados suficientes ante la necesidad de
formar oradores para defender sus propuestas ante la Asamblea.
De igual forma, los valores
tradicionales, transmitidos a través de los poemas homéricos también eran
puestos en cuestión por las enseñanzas de los sofistas. Además, eran objeto de
tratamientos diferentes por parte de los dramaturgos, cuyas obras eran vistas
por gran parte de la población y, por lo mismo, ejercían una potente influencia
en la opinión pública de los atenienses. Aunque la representación de una
comedia de Eurípides había dado lugar a una condena de exilio, es admirable la
libertad de expresión que imperó en Atenas, pues se permitió al comediógrafo
Aristófanes representar Lisístrata en condiciones nada favorables.
En el ámbito de la escultura, se
pasó del “idealismo” de las manifestaciones del siglo V al realismo iniciado a
finales del mismo y desarrollado en el siguiente. El Partenón estaba construido
de tal manera que, a pesar de sus gigantescas proporciones, no resultaba
sobrecogedor. Tenían un tamaño ideal para que pareciera natural y agradable a
la vista, y a la vez causara admiración. Es el llamado idealismo del arte griego del siglo V.
En el teatro, los nombres de
Esquilo, Sófocles y Eurípides han marcado una época irrepetible. En este
contexto, se fragua el pensamiento de Platón.
1. 3. CONTEXTO FILOSÓFICO.
Las doctrinas filosóficas que
convivían en Atenas en tiempos de Platón son las expuestas en el tema anterior.
Hasta la muerte de Sócrates, Platón (con 29 años) tuvo conocimiento profundo de
todas ellas, en concreto fue discípulo de Cratilo (seguidor de Heráclito),
convivió con los sofistas y fue amigo de Sócrates. Inmediatamente, en sus
viajes posteriores, conoció el pensamiento de Parménides de Elea y se relacionó
intensamente con el pitagórico Arquitas.
Platón consideró distintos
aspectos de cada una de estas doctrinas y los conjugó de manera magistral en su
sistema filosófico. El ambiente filosófico puede expresarse en los siguientes
puntos:
- La ciudad-estado de Atenas que le tocó vivir a
Platón degeneraba cada vez más. Los cambios de régimen
(democracia-ateniense) y las guerras la vuelven cada vez más incómoda y
miserable. La respuesta de los sofistas consistió en asumir que lo bueno y
lo malo dependían de cada generación o de cada cultura porque “el hombre
es la medida de todas las cosas”. Pero a Platón le pareció que esa
perspectiva relativista cada vez ponía las cosas peor.
- Para Sócrates la solución era encontrar conceptos
definitivos (definiciones) de bondad, virtud… porque, si no sabemos lo que
son, ¿cómo vamos a actuar conforme a ellas? Sin embargo, si lo conocemos,
actuaremos bien y haremos buenas a la ciudad y al individuo, porque nadie
actúa mal sabiendo que lo es, sino porque lo considera un bien. Este camino
de solución lo siguió Platón al pie de la letra.
- Pero, si esas definiciones o conceptos (de bondad,
virtud…) son inmutables o definitorias, entonces no pueden pertenecer a
este mundo sensible porque todas las cosas de este mundo están e continuo
cambio. Por tanto, los conceptos definitivos o ideas estarán en otro mundo
y son inmutables.
Así, pues, la
polémica entre Heráclito y Parménides la resolvió Platón postulando dos mundos:
el de las ideas inmutables (de Parménides) y el sensible y cambiante (de
Heráclito). Es como si Platón hubiera extendido la dicotomía entre los dos
filósofos al ámbito de lo moral y político.
- A estos dos mundos les corresponden dos modos de
conocimiento: el de la opinión (doxa) cambiante y mudadiza (el de los
sentidos de Heráclito) y el de la ciencia (episteme) segura e inmutable
(de Parménides).
- Si conocemos las ideas y no están en este mundo,
entonces es que hay una parte de nuestro ser que ha vivido en el mundo de
las ideas: es el alma que, por lo mismo, sería eterna e inmortal. La
inmortalidad del alma ya era defendida por los pitagóricos.
- Sólo el que tenga ciencia de las ideas (de bondad)
puede detener la degeneración de la ciudad-estado ateniense y promover un
estado perfecto y ajustado a las necesidades. El objetivo de Platón quedó
cumplido: formar o educar para que los filósofos fueran los gobernantes;
de esta forma, la ciudad será buena y hará buenos a sus ciudadanos.
2. TEORÍA METAFÍSICA
2.1
EL PUNTO DE PARTIDA DEL PENSAMIENTO PLATÓNICO
Platón retoma toda la tradición
anterior y trata de resolver los principales problemas que fueron surgiendo:
tanto los cosmológicos (los referidos a la physis, al ser de las cosas, tal
como los formularon los presocráticos), como los antropológicos, éticos y
políticos (según el planteamiento de los sofistas y Sócrates). Dada su vocación
política, los avatares políticos que tuvo que vivir (crisis de la democracia
ateniense, continuas guerras) y la amarga experiencia de la condena a muerte de
su maestro Sócrates, reaccionó con energía frente a los sofistas. Para Platón,
existía la verdad y existía el bien, y podían ser conocidos. Siguiendo en esto
a Sócrates, él tenía la pretensión de poder definir para cada cosa cuál era su
esencia, frente a quienes reducían el ser a mero aparecer. Y en ética y
política afirmaba que no todo era válido ni relativo. Existían la verdad y el
bien, y podían también ser conocidos y enseñados. Sin embargo, la verdad lo
bueno y lo justo no se conocen sin esfuerzo. Este esfuerzo por conocer
constituirá la dialéctica, el método
filosófico de Platón.
Sus reflexiones, sin embargo, no
sólo abarcarán los ámbitos de la antropología, ética y la política, sino que se
extenderán a la metafísica, al ámbito del ser, pues esta reflexión
constituirá el soporte y fundamento de todo su sistema. Platón buscaba, al
igual que los presocráticos, lo universal y permanente. Y este conocimiento era
la ciencia (episteme), pues sólo puede haber ciencia de lo permanente de las
cosas. Platón se enfrenta a los mismos problemas que los presocráticos: el
problema de la Physis, la unidad del ser y de la multiplicidad de las cosas en
el cosmos, lo real y lo aparente, lo permanente y el cambio.
Por esto, a la hora de describir
cómo son los seres, Platón propone que existe un doble ámbito, nivel o región
en la realidad: el mundo sensible, que es el que captamos por los
sentidos, cambiante, y el mundo inteligible o mundo de las ideas,
captable sólo por la inteligencia, y en el que se sitúa lo permanente. De esta
manera, trata Platón de conjugar las aportaciones de Heráclito y Parménides. Su
reflexión sobre el ser, es decir, su ontología, abarcará una teoría de
las ideas y una cosmología.
Ante todo, igual que Parménides,
quiere llegar Platón a la esencia de las cosas, a lo que cosas realmente
son. Y este conocimiento sólo puede ser universal (se aplica a todos los
individuos de una especie) y necesario (no puede ser de otra manera).
Pues bien, a estas esencias permanentes de las cosas, que pueden ser conocidas,
es a lo que Platón denomina idea (palabra griega que significa forma,
modelo, especie, clase, arquetipo). Pero la idea no es algo que se ofrezca a
los sentidos. No se trata del aspecto externo de las cosas poco duradero e
inconsistente. Se pretende conocer lo que permanece de la cosa, lo que la cosa
es, su identidad. y esto sólo es captable por inteligencia. La idea que conoce
la inteligencia no es la forma externa de las cosas, cambiantes, sino la forma
permanente, lo que hace que las cosas sean lo que son. Esto que permanece en
cada cosa es la idea.
En segundo lugar. Acepta la
concepción heraclítea de la Physis como devenir, como todo cambiante aunque
armónico, que inspira su descripción del mundo sensible. Platón tendrá que
resolver en qué relación están ambas regiones del ser. Lo que intenta mediante
su teoría de la participación.
2.2 LA TEORÍA DE LAS IDEAS COMO SÍNTESIS
DE LA TRADICIÓN GRIEGA
Para Platón, la auténtica
realidad es el mundo inteligible, el mundo captado por la inteligencia, porque
es el ámbito de lo permanente y el que explica toda la realidad. En este ámbito
de la realidad están las ideas o formas permanentes de la realidad.
Las ideas no son simples
conceptos presentes en la mente humana, sino auténticas realidades, seres
reales de naturaleza espiritual que poseen las mismas características del ser
de Parménides: son únicas, inmutables, ingeneradas, imperecederas. Pero Platón,
además, define con precisión otras características ontológicas.
- Son las esencias y modelos de las cosas sensibles,
aunque están fuera de las cosas sensibles, en un mundo aparte. No son
principios inmanentes sino radicalmente trascendentes. Desde su
trascendencia, organizan el mundo sensible.
- Existen tantos tipos de ideas como especies o
clases de cosas sensibles (así, existe la idea de ser humano, de árbol, de
hoja, caballo).
- También existen ideas éticas y estéticas, que no
corresponden a seres sensibles, aunque sí a cualidades de los mismos:
ideas de Bien, Justicia, Valor, Prudencia. También existen ideas de
relación (ser igual que, ser mayor que).
- Además de las anteriores, hay ideas de objetos
matemáticos (números, figuras geométricas).
- Las ideas están jerarquizadas, unas son más
importantes que otras en la escala ontológica, y rigen las superiores
sobre las inferiores. En la cumbre de todas las ideas aparece la idea de
Bien. Debajo de ella se encuentra las ideas de Belleza, Justicia, Unidad y
Ser. Por debajo, las ideas de opuestos: movimiento/reposo,
identidad/diversidad, igualdad/desigualdad; más abajo las ideas
matemáticas y después las ideas de cosas sensibles.
- Por estar jerarquizadas, el conjunto de las
ideas forma un sistema que se presenta como clave explicativa del mundo
físico y del mundo moral. Por tanto, el conocimiento de las ideas sirve
para conocer las esencias, pero también para orientar el comportamiento
moral.
- La ciencia (episteme) será siempre ciencia
de las ideas, pues son lo permanente, las esencias de la realidad.
Pero en el mundo inteligible no sólo están las ideas. Para
Platón, en el mundo inteligible también se halla el alma cósmica que es la
fuerza que mueve y ordena el cosmos todo lo que tiñen movimiento o está animado
es movido por un alma. Como el cosmos entero es como un organismo animado,
afirma la existencia de esta alma cósmica.
También afirma que en el mundo de
la ideas están las almas humanas. Es su lugar propio. Por eso, cuando
están encerradas en un cuerpo sensible, todo su afán será volver a su lugar
natural, donde pueden contemplar las ideas, que es su función propia.
Por último, entre este mundo y el
mundo sensible se encuentra el Demiurgo, un ser intermedio que tiene,
como veremos, la función de artesano y ordenador cósmico.
2.3 LA COSMOLOGÍA PLATÓNICA. EL MUNDO
SENSIBLE.
El mundo sensible es el
mundo que se ofrece a los sentidos, múltiple y cambiante. En efecto, las cosas
de este mundo sensible nacen y perecen, están sujetas a la generación y la
corrupción, y en continuo cambio (tal y como afirmaba Heráclito), por lo que no
se pede decir que sean plenamente. Sin embargo, tiene un cierto ser. Como
veremos, el ser que tiene es participado de las ideas: el mundo sensible
imita y participa del inteligible, es imagen del mundo inteligible y toma su
ser del mismo.
En el libro del Timeo, que recoge
su cosmología, explica Platón cómo es el mundo sensible y cómo se constituye.
La formación del mundo sensible a imagen del inteligible se debe a un artífice
que modela el cosmos tomando como modelo las ideas que puede contemplar
directamente. Se trata del Demiurgo.
El Demiurgo (palabra
griega que significa artesano) es un ser intermedio entre los seres del mundo
sensible y los del inteligible. Se trata de una figura inspirada en el Nous de
Anaxágoras pues, como él, es una inteligencia ordenadora (aunque no creadora,
pues la idea de creación es totalmente ajena al mundo griego). Para los
griegos, en general, la materia y el espacio existieron desde siempre. Tanto el
Logos de Heráclito, el Nous de Anaxágoras, como el Demiurgo de Platón son meras
inteligencias ordenadoras de una materia preexistente y amorfa.
Sin embargo, hay una diferencia
respecto de los anteriores: el Demiurgo y las ideas que toma como modelo son
trascendentes a la realidad sensible, mientras que el Logos y el Nous eran
concebidos de modo inmanente. Así pues, la función del Demiurgo es la de
ordenar la realidad sensible tomando como modelo el orden y jerarquía del mundo
de las ideas que él contempla. Del caos extrae el cosmos.
El Demiurgo es inteligente, bueno
y feliz. Por eso construyó el cosmos a imagen de las ideas de Bien, de Belleza
y de Justicia. Por tanto, hizo este mundo de la manera más bella, justa y buena
posible. Esto explica por qué el mundo es como es: el maravilloso orden del
mundo no puede ser mero resultado del azar. En esto se cifra el optimismo
metafísico de Platón: este es el mejor de los mundos posibles. No queda, pues,
lugar para el mal y lo negativo.
De lo anterior se deduce que toda
la actividad ordenadora del Demiurgo da lugar a que todo ser y toda actividad
en el cosmos tiendan a un fin: el Bien. Se traza así una concepción teleológica
del cosmos.
Por influencia pitagórica, Platón
afirma que el cosmos en su conjunto es esférico, pues la esfera es la figura
perfecta; la Tierra está en el centro y giran alrededor los planetas y las
estrellas fijas. Todo este conjunto se rige por proporciones matemáticas y da
lugar a armonías musicales. Kepler volverá en el Renacimiento sobre esta misma
concepción cósmica. Es, en fin, la estructura matemática de la realidad la que
da cuenta de las cualidades y estados de diversos seres materiales.
2.4 RELACIÓN ENTRE EL MUNDO DE LAS IDEAS
Y EL MUNDO SENSIBLE.
Las ideas son los modelos y la
esencia de las cosas sensibles. Esto significa que las cosas sensibles participan
su ser y su forma de las ideas, es decir, toman de ellas su ser y su forma. A causa
de lo anterior, las cosas sensibles imitan a la ideas, por lo que
tienden a su perfección: el Bien. Asimismo, las ideas están presentes en las
cosas sensibles en tanto que su esencia, de manera que las ideas son la causa
final o finalidad de las cosas. Todas las cosas sensibles, todo el cosmos,
tienen como fin último la idea de Bien, imitan la perfección del Bien y tienden
al Bien. Esta concepción es teleológica.
Por otra parte, gracias a las
ideas son cognoscibles las cosas del mundo sensible, pues conocer algo es
conocer la idea de la que depende. Por la existencia de las ideas se hace
compatible la unidad del ser (todo queda unificado por la idea, que es única)
con la multiplicidad de las cosas sensible, que imitan a las ideas.
El mundo inteligible es, por
tanto, el modelo y arquetipo que imita el mundo sensible. De esta manera, la teoría de la participación salva el
abismo que existe entre el mundo sensible y el inteligible, lo que permite a
Platón conjugar las posturas cosmológicas de Heráclito y Parménides.
3. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO EN
PLATÓN.
Los presocráticos llevaron a cabo
un titánico esfuerzo racional por conocer el cosmos. Y es que ellos, como todos
los griegos, tenían una convicción común: el conocimiento de las cosas nos
puede mostrar lo que las cosas realmente son. Por eso, a todos estos pensadores
se les denomina realistas, porque
están convencidos de que la realidad está ahí, independientemente de que sea o
no conocida, y de que el conocimiento humano nos da acceso a ella.
Sin embargo, la actitud de los
presocráticos respecto del conocimiento fue totalmente ingenua: no se
preguntaban sobre si lo que conocían respondía a la realidad y en qué modo lo
hacía, si era posible conocer y con qué límites. En relación con el
conocimiento, los presocráticos, por tanto, son realistas ingenuos, pues estaban persuadidos de que las cosas eran
tal y como se perciben.
Fueron los sofistas los primeros
que se preguntaron sobre si era posible el conocimiento de la verdad. Y vimos
que su respuesta fue negativa por su relativismo: no existen verdades
dogmáticas, sólo opiniones. Frente a ellos, Sócrates afirmó rotundamente que es
posible el conocimiento de la verdad de las cosas, que es posible llegar a
definir la esencia de las cosas.
Esta misma postura gnoseológica
se encuentra en Platón: es posible conocer la verdad, lo que las cosas son de
modo permanente, más allá de las presencias que percibimos por los sentidos. De
este modo, establece Platón una distinción y una gradación entre conocimiento sensible y conocimiento racional o inteligible. El
primero nos ofrece sólo el mundo cambiante tal y como lo muestran los sentidos.
El segundo es capaz de captar lo permanente, las esencias de las cosas, su
idea.
3.1 ¿EN QUÉ CONSISTE EL CONOCIMIENTO?
Platón, para explicar el fenómeno
del conocimiento y dar cuenta de cómo podemos pasar del conocimiento sensible
al conocimiento inteligible, ofrece a lo largo de sus obras tres explicaciones:
una mítica y dos filosóficas (una intelectual y otra emocional). La primera,
que aparece en el Fedón, es la teoría de
la reminiscencia. La segunda, contenida en la República, es la explicación
de la dialéctica. La tercera, que se
encuentra en el Banquete, es la teoría
del amor.
La reminiscencia. Antes que el alma estuviese encarnada en un cuerpo,
permanecía en el mundo de las ideas, dedicándose allí a la contemplación (a
conocer intuitivamente y a convivir con las ideas). Cuando se encarnó en un
cuerpo, una especie de velo hizo que no recordase con claridad su vida allí.
Pero cuando, a través de los sentidos, percibe objetos sensibles, se acuerda de
las ideas de las que esos objetos son copias. Los fenómenos sensibles no hacen
sino despertar en nosotros lo que ya conocíamos, traer a la conciencia lo que
estaba velado. Por eso, para Platón, conocer
es recordar lo ya aprendido.
La dialéctica. De manea general, se puede decir que la dialéctica es
un método de conocimiento que consiste en avanzar en los razonamientos mediante
la contraposición de tesis opuestas. Se trata de un diálogo entre posturas
contrarias. Es el camino ascensional que va desde la multiplicidad hacia lo
unitario: en primer lugar va de la multiplicidad sensible hacia las ideas y,
también de las hipótesis a los principios o de la multiplicidad de las ideas
hacia ideas jerárquicamente superiores.
Así, iremos subiendo de nivel en
nivel hasta llegar a la contemplación de la idea de Bien, fundamento de todo
ser y de todo saber, que es el objeto final de este método y de esta ciencia. A
diferencia del método dialéctico, que va de lo múltiple hacia la unidad, la matemática va de la unidad de los
principios hacia lo múltiple, de lo general a lo particular. A veces se le
llama a esta ciencia y a este proceder dialéctica
descendente, en la que se analiza para cada idea superior qué ideas de
rango inferior abarca.
El Amor. En el diálogo denominado el Banquete, afirma Platón que el
amor es una tensión, un impulso, una fuerza que todo ser siente hacia aquello
de lo que carece. Y de lo que todo ser carece es de belleza, de bien: de
perfección. Todo ser, incluidos los seres humanos, desea ser perfecto del mismo
modo que la idea de bien es perfecta. Esa fuerza por la que todo ser se siente
impulsado como su fin hacia el Bien es el amor.
Este impulso lleva a los seres de
lo exterior a lo interior y de lo interior a lo superior. Pasa, de esta manera,
de los cuerpos bellos a las almas bellas, de ahí a las ciencias bellas y de
estas a la Belleza en sí misma (es decir, a la idea de Belleza, que se
identifica con el Bien y con el Ser).
3.2 LOS GRADOS DE CONOCIMIENTO.
Platón pretendió conjugar en una
sola teoría gnoseológica el conocimiento del mundo sensible y el del mundo
inteligible. Para ello, establece dos grandes nieles de conocimiento en función
de los grados de ser: a cada grado de ser le hace corresponder un grado o nivel
de conocimiento. Porque una cosa es el conocimiento del mundo sensible, al que
llama opinión (doxa) y otra el
conocimiento del mundo inteligible, al que denomina ciencia (episteme). Además,
cada uno de estos niveles presenta a su vez dos divisiones. De este modo,
afirma Platón que existen los siguientes grados en el conocimiento:
- Ciencia (episteme).
Se trata del tipo superior de conocimiento. Es un conocimiento de lo
permanente, de lo universal, de la esencia de las cosas. Corresponde, por
tanto, al conocimiento de las realidades superiores: las ideas, para los
griegos, en general, la ciencia era aquel tipo de conocimiento que tiene
en sí la garantía de su validez. Este grado de conocimiento ofrece la cota
máxima de certeza. Distingue Platón, a su vez, dos grados de segundo
orden. Inteligencia intuitiva e inteligencia discursiva.
- Inteligencia
intuitiva o nous. Es el tipo superior de conocimiento, pues consiste
en la captación racional e inmediata de las ideas. El tipo de ciencia al
que da lugar este grado de conocimiento es la dialéctica y, en general,
la filosofía. Por tanto, la dialéctica
es la ciencia que conoce las ideas y sus relaciones jerárquicas, un
conocimiento que avanza hasta los principios o fundamentos de la
realidad.
- Inteligencia
discursiva o dianoia. Se trata del conocimiento racional que discurre
yendo de un concepto a otro, que va por pasos. Su objeto propio de
conocimiento son los números, las figuras geométricas y, por tanto, las
demostraciones matemáticas y lógicas. El tipo de ciencia al que da lugar,
evidentemente, es la matemática
como conocimiento que a desde las hipótesis a las conclusiones.
- Opinión
(doxa): se trata del conocimiento del mundo sensible. Tanto para Platón
como para la mayoría de los griegos, la opinión consiste en un grado de
conocimiento inferior a la ciencia. La opinión puede ser verdadera o
falsa, y es un conocimiento inestable porque trata de realidades
cambiantes y no se funda en razones sólidas, sino en meras percepciones.
En general, opinión es aquel tipo de conocimiento en el que subjetivamente
se mantiene un juicio o afirmación sin plena certeza. Posee también dos
niveles: creencia e imaginación.
- Creencia
o pistis: se trata de un conocimiento, a través de los sentidos, de las
cosas físicas, de las cosas naturales perceptibles sensiblemente. Por ser
conocimiento de cosas que no son más que copias de las ideas, se trata de
un conocimiento imperfecto y que no puede ser sometido a demostración. A
este nivel de conocimiento corresponderían ciencias como la física o la
biología.
- Imaginación
o eikasía. Es un conocimiento de las imágenes de las cosas sensibles
(sombras, reflejos), así como de los seres de ficción, de los seres
mitológicos o de las invenciones de los poetas. Son realidades ni
intuibles por razón ni perceptibles ni demostrables. Tampoco de las
ficciones de la imaginación podemos decir que sean verdaderas ni falsas.
A este nivel de conocimiento pertenecen las artes (conocimientos
técnicos) y las actividades poiéticas (o productivas).
3.3 PARALELISMO ENTRE LOS GRADOS DE
CONOCER Y LOS GRADOS DE SER.
Por último, hay que subrayar que
Platón establece un paralelismo exacto entre los grados de ser y los grados de
conocer. Sigue vigente el principio de Parménides según el cual todo lo que es
cognoscible y lo que no se puede conocer, no es. Los ámbitos del ser y del
pensar se identifican.
A las cosas sensibles les
corresponde un conocimiento de opinión y a las cosas inteligibles un
conocimiento de ciencia. Esto, de lo que ya había dado cuenta metafóricamente
en el mito de la caverna, es lo que expone en el símil de la línea segmentada. Afirma Platón que la realidad y el
conocimiento son semejantes a una línea divida en dos partes, cada una de ellas
subdivididas a su vez. La parte inferior representa al mundo sensible y al
conocimiento que le es propio, la opinión. La parte superior corresponde al
mundo inteligible y a su conocimiento adecuado, la ciencia. Dentro de cada una
de estas regiones del ser y el conocer se establecen, siempre de modo paralelo,
dos subdivisiones, de acuerdo con el esquema anterior.
4. LA ANTROPOLOGÍA DE PLATÓN.
Si para los presocráticos el rema
preferente de atención e investigación era la physis, el cosmos, con Sócrates y
los sofistas la filosofía griega comienza a ocuparse también del ser humano.
Fieles a la propuesta de Sócrates: “conócete a ti mismo”, la filosofía griega
empieza a investigar sobre la naturaleza humana.
Además, la situación social y
política favorecía esta novedad, pues en la Grecia clásica aparece en primer
plano el ciudadano (miembro de la polis). Por eso, las cuestiones que más
interesarán serán la política y la ética como saberes prácticos que deben estar
orientados a conseguir la felicidad
del ciudadano. Pero como la ética y la política tienen siempre un fundamento
antropológico, parecía lógico que se comenzase a desarrollar una cierta
concepción del ser humano.
4.1 EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO.
Inspirándose en elementos órficos
y pitagóricos, Platón elaboró una teoría antropológica como soporte de sus
concepciones éticas y políticas. Su concepción del ser humano es dualista, es decir, lo concibe como un
compuesto de cuerpo y alma. Se trata de dos realidades bien distintas que están
unidas sólo temporal y accidentalmente, y que guardan entre sí la misma
relación que un piloto tiene con su nave. Pero Platón matiza más la relación
entre ambas realidades al afirmar que el cuerpo es la cárcel del alma.
El cuerpo es una cosa sensible más, que se genera y corrompe al morir
y que no pervive. Para Platón, igual que para los órficos y los pitagóricos, el
cuerpo es un obstáculo para lograr la perfección y el conocimiento de las
ideas. Por eso la misión del ser humano cuando está en esta vida es la de
tratar de purificarse del cuerpo al que está encadenado para que pueda ascender
el alma a su lugar natural. El mundo de las ideas. De ello depende su
felicidad.
El alma, a diferencia del cuerpo, es inmortal. Su actividad propia es
la contemplación de las ideas. Constituye la verdadera esencia del ser humano,
por lo que, en realidad, la antropología es una psicología.
4.2 LA PSICOLOGÍA PLATÓNICA: LA TEORÍA
DEL ALMA.
El alma para Platón es, en primer
lugar, fundamento de movimiento y,
por tanto, de vida. El término alma
procede del latín ánima. El ánima es lo que anima a un cuerpo, es decir,
aquello por lo que un cuerpo tiene movimiento, vida. El alma está en continua
actividad, y a su esencia pertenece el moverse y mover el cuerpo.
Pero, en segundo lugar, el alma
también es el principio o fundamento del
conocimiento. Si el ser humano es capaz de conocer, es gracias al alma. En
este sentido, se identifica con el Nous, es decir, se trata de una inteligencia
capacitada para conocer las auténticas realidades, las ideas. Este conocimiento
es posible gracias a que el alma es de la misma naturaleza que las ideas, tiene
semejanza con ellas, es simple, uniforme, inmutable e invisible.
Aunque el alma es simple, tiene
diversas funciones, diversas capacidades. Esas funciones están simbólicamente
expuestas en el mito del carro alado.
En este mito, narra Platón que el
lama es semejante a un carro tirado por dos caballos alados y dirigido por un
auriga (conductor de carros). De los caballos, uno es bueno, bello y de pelo
blanco. Otro malo, feo, de pelo negro. El carro tirado por los caballos viaja
por las regiones celestiales hasta que el caballo negro se rebela, pierde
entonces las plumas de sus alas y, por su culpa, se desequilibra el carro y cae
todo él, caballos incluidos, desde el mundo celestial al mundo sensible,
quedando encerrados en un cuerpo. A partir de entonces, el deseo de todo el
conjunto será dominar y purificar al caballo negro para que así le broten de
nuevo las plumas de las alas y puedan volver a la mansión celestial de la que salieron,
y que es su lugar natura. De esta forma alegórica muestra cómo el alma tiene
tres dimensiones y funciones.
La racional, representada por el auriga, que es la que contempla las
ideas, la que conoce y la que toma las decisiones. Es la dimensión inteligente
y dotada de autonomía. Las funciones propias de la razón son conocer y, por
otra parte, gobernar a las otras dimensiones, que constituyen, a su vez, la
fuerza del alma.
La irascible o volitiva,
representada por el caballo blanco. Es la dimensión en la que radican los
impulsos voluntarios y los más altos afectos que mueven la vida del ser humano
(deseos de bien, de justicia, de verdad, de belleza).
La concupiscible o apetitiva,
representada por el caballo negro, fuente de los deseos y las pasiones
relacionadas con el cuerpo.
A cada función o actividad del
alma le corresponde un comportamiento adecuado a su naturaleza. Este
comportamiento adecuado es lo que denomina Platón virtud. Así, la virtud correspondiente a la razón es la
prudencia, la de la irascible es la fortaleza, y la virtud propia de la
apetitiva o concupiscible es la templanza.
Existe una cuarta virtud, la justicia,
que consiste en el equilibrio y armonía entre las tres partes. Se trata, por
tanto, de aquel estado del alma en que cada dimensión cumple con su misión o
función.
Además de simple, inmutable,
fundamento de vida y conocimiento, Platón, al igual que Sócrates, afirma la inmortalidad del alma. Para justificar
esta inmortalidad propone Platón diversas pruebas:
Por la reminiscencia: si conocer es recodar, y al nacer el alma ya conoce
las ideas, necesariamente el alma ya estuvo en contacto con las ideas en el
mundo inteligible antes de estar encerrada en un cuerpo.
Por no ser engendrada, pues lo que no es engendrado no puede perecer.
Por ser simple, pues lo simple no se puede descomponer ni deshacer y
por lo tanto, no puede morir.
Por justicia universal, pues el justo debe recibir su premio y el
malvado su castigo, cosa que no suele ocurrir siempre en la vida en el mundo
sensible. Pro eso debe ser inmortal.
4.3 EL ASCENSO DEL ALMA DE LO SENSIBLE A
LO INTELIGIBLE.
El alma está contra su naturaleza
encerrada en un cuerpo, la tarea del ser humano será la del regreso a su lugar
natural, el mundo de las ideas. Para eso es necesario purificarse, hacer al
alma buena y virtuosa. Para conseguirlo, propone Platón cuatro posibles
caminos:
- El amor,
en tanto que ascenso hacia la idea de Belleza a partir de las cosas bellas
y, en general, como tensión hacia aquello de lo que carece. Se trata, por
tanto, de la tendencia de todo ser humano hacia su perfección que se
encuentra en la contemplación del Bien.
- La dialéctica.
Lo toma como método de conocimiento que leva el alma de lo sensible a lo
inteligible.
- La muerte.
Platón está convencido, al igual que Sócrates, de la pervivencia del alma.
Como narra el mito de Er, tras la muerte, si el alma se ha purificado
después de un ciclo de sucesivas reencarnaciones, vuelve al mundo de las
ideas. En caso contrario, vuele a reencarnarse en otro cuerpos hasta que
logre su completa purificación o bien va al Tártaro. En este sentido,
afirmaba Platón que la vida es una preparación para la muerte.
- La vida
virtuosa. La virtud, como aquel tipo de comportamiento acorde con la
propia naturaleza, es lo que le permite al alma volver a su equilibrio
inicial.
5. LA ÉTICA PLATÓNICA.
La ética de Platón, al igual que
la de todos los griegos, es una ética eudemonista,
es decir, una ética que afirma que el fin de todos los seres humanos desean
conseguir en la vida es la felicidad. Y esto tanto individual como
colectivamente.
Por otra parte, todas las
doctrinas éticas griegas son naturalistas,
porque todas estas doctrinas consideran que el orden natural y el moral son
semejantes. Significa esto que se considera bueno lo natural y malo lo que va
contra la naturaleza humana. La felicidad consistirá en actuar conforme a las
exigencias de la naturaleza humana, buscando su perfección. Los distintos
pensadores se diferenciarán en el modo de concebir la felicidad y en los medios
que proponen para conseguirla.
Recordemos que, para Sócrates,
toda ética debe comenzar por el autoconocimiento: conócete a ti mismo. Para ser
feliz, el ser humano tiene que conocerse y llevar una vida virtuosa, excelente.
Ya Sócrates concibe la virtud como el comportamiento adecuado aquella finalidad
o actividad para lo que algo está hecho, el comportamiento adecuado a la
naturaleza. Del mismo modo, Platón construye su ética sobre los pilares de su
concepción de la felicidad y la virtud.
5.1 LA FELICIDAD
Para Platón la felicidad es el
fin de la vida del ser humano. Ya vimos que su antropología muestra cómo la
felicidad exige unas condiciones: el equilibrio del alma y su armonía mediante
una vida virtuosa. Por tanto, felicidad y virtud están íntimamente vinculadas.
En todo caso, se pregunta qué es
lo que puede llevar al ser humano a este estado de armonía y felicidad y
rechaza dos posturas extremas de algunos de sus coetáneos.
Rechaza, en primer lugar, la
identificación de la felicidad con el placer, frente a esta postura, llamada hedonismo, señala Platón que una vida
centrada en el placer termina por no ser ni placentera ni feliz.
Platón también niega que la
felicidad proceda únicamente de la actividad intelectual, del ejercicio de la
inteligencia o de la mera contemplación. La mera vida intelectual y ascética,
de privación de todo lo sensible y de rechazo de todo placer, tampoco es
llevadera.
De un modo realista adopta Platón
una postura intermedia fruto de su análisis del ser humano, que es razón, pero
también afectos e impulsos corporales. Por ser racional, la felicidad del ser
humano consiste en llevar una vida prudente, de sabiduría. Pero por ser
corporal y por tener su alma la dimensión concupiscible, no rechaza los
placeres como complemento de la felicidad, siempre que se vivan de un modo
moderado.
En todo caso, el ser humano se
siente llamado a ascender del mundo sensible al inteligible. Por eso, la ética
de Platón tiene como objeto el estudio de cómo el ser humano puede acercarse al
Bien absoluto. El fin del ser humano es la contemplación del Bien y, como vimos,
los caminos para llevar a cabo el regreso del alma al mundo inteligible son
varios: la muerte, la dialéctica, el amor, y uno de carácter específicamente
ético: la vida virtuosa.
5.2 LA VIRTUD.
La palabra griega areté designa
ante todo un tipo de capacidad o habilidad (natural o adquirida). Quien posee
esa capacidad puede actuar de acuerdo con su naturaleza. Así, podemos hablar de
un “cuchillo virtuoso”, si corta bien, o de un “virtuoso del violín” si hace
sonar bien el violín. A partir de Sócrates, la virtud pasa a referirse
preferentemente al ser humano, designando su capacidad de actuación en el
ámbito moral.
Recordemos, en este mismo
sentido, que Platón entendía la virtud como capacidad humana para desarrollar
una función o tarea propia desde el punto de vista ético. De este modo, hablaba
Platón de cuatro virtudes, de las cuales tres (prudencia, fortaleza o valor y
templanza o moderación) corresponden a las funciones de las tres dimensiones
del alma y la cuarta (justicia) se refiere al estado propio de un alma en
armonía y equilibrio. Toda la ética platónica tiene sus fundamentos en su
concepción antropológica.
Frente a Sócrates, que afirmaba
que conocer el bien suponía automáticamente obrar bien, afirma Platón que no basta
con conocer la virtud, sino que hay que practicarla. Porque para llegar al Bien
hay que hacer algo de modo voluntario: purificarse de lo corporal y luego
habituarse a un cierto tipo de lucha y entrenamiento interior. Y esto se
consigue mediante el ejercicio de las virtudes.
Las virtudes son clasificadas por
Platón en referencia a las dimensiones del alma porque, tal y como señala en la
República y en el Fedón, las virtudes consisten ante todo en un tipo de
comportamiento adecuado a la naturaleza del alma. Por eso, el ejercicio de las
virtudes armoniza el alma, y en eso precisamente consiste su “salud”.
Para Platón, la salud del cuerpo,
como la del alma, consiste en la armonía y proporción de los diversos elementos
que la forman. Si la parte racional es prudente, la irascible fuerte y la
concupiscible templada, el alma en su conjunto es justa y, por tanto, sana.
A su vez, la enfermedad resulta
del desequilibrio y la desproporción. Y eso es el vicio: lo opuesto a la virtud, consistente en la sedición o
rebeldía de una parte contra las otras.
La justicia. Según muestra la República, es entendida en general por
Platón como orden y equilibrio entre partes (sean estas las dimensiones del
alma o los estamentos de la polis). Fruto de la armonía surge la salud del
alma. Esta virtud tiene, por tanto, primacía sobre las demás porque es la que
las ordena. Por ora parte, el orden que impone la justicia es lo que produce la
armonía de todo el cosmos.
La prudencia o sabiduría
consiste en la capacidad de deliberar racional y correctamente para mostrar
cuál es la opción y actuación más conveniente para cada momento en la vida de
una persona, de modo que sea una vida buena. En Platón, prudencia y sabiduría
se identifican y las entiende como virtud de deliberar lo que es bueno o malo
para el ser humano. Por tanto, consiste en la capacidad de dirigir
racionalmente la conducta del mejor modo posible.
La fortaleza o valor
estriba en la recta opinión sobre lo que se debe y no se debe temer, unida a la
capacidad de mantener el ánimo alto en las dificultades, el sentimiento y el
dolor, sabiendo sacrificar los placeres cuando sea necesario para obrar según
el deber.
La templanza radica en aquella virtud que proporciona a la persona la
capacidad de ordenar racionalmente sus placeres. Se trata, por tanto, del
dominio de sí, especialmente en lo referente a los impulsos corporales.
En última instancia, la virtud
para Platón supone:
a)
Imitación de la idea de Bien. La prudencia es un modo
de hacerse divinos imitando a lo divino. Por eso, la virtud trae consigo la
felicidad, pues la virtud permite que el alma pueda contemplar la idea y así
ser feliz.
b)
Presume lo anterior que la virtud es purificación,
sometimiento del querer de la voluntad y los deseos de la dimensión
concupiscible a la razón.
c)
La armonía entre las partes del alma, es decir, que
cada una cumpla con su función propia. En este sentido, establecerá, inspirado
por los pitagóricos, el paralelismo entre la virtud y la armonía musical. A su
vez, esta armonía individual es un reflejo de la armonía del cosmos.
d)
Por último, la virtud es tomada como salud. El alma
virtuosa es el alma equilibrada y, por tanto, saludable, mientras que el vicio
supone desequilibrio y enfermedad.
6. POLÍTICA Y EDUCACIÓN EN PLATÓN. LA
CIUDAD IDEAL.
Platón fue el primer filósofo que
escribió algunas obras sobre política. En diversas obras, como en la República
o las Leyes, lleva a cabo una crítica a la democracia ateniense, sobre todo a
sus formas más corruptas. Su teoría política arremete contra el relativismo de
los sofistas, que estiman que la justicia depende de las leyes convencionales
(nomos) y no de las leyes naturales (physis), además de que las leyes
convencionales se elaboran en función de la conveniencia del más fuerte. El
modelo aristocrático que Platón propone pretende ser válido universalmente,
porque se funda en el orden eterno de las ideas en las ideas de Justicia y de
Bien, que son inmutables.
6.1 LA FINALIDAD POLÍTICA DE LA OBRA DE
PLATÓN.
La propia biografía de Platón,
así como el conjunto de su obra filosófica, muestra una evidente finalidad política. Y esto tiene
una clara explicación: si bien es cierto que el fin del ser humano es la
felicidad, esta sólo se puede encontrar en comunidad con otros humanos. El
intento de Platón será indicar cómo tiene que organizarse esa comunidad para
que las personas puedan ser felices. Sin duda, se sentía movido a ello por su
temprana vocación política, pero también por la experiencia de la decadencia de
la democracia en Atenas y la toma del poder por parte de formas políticas
oligárquicas y tiránicas. Tanto oligarquía como tiranía son para Platón formas
degradadas de gobierno, por lo que intenta proponer un sistema político utópico
(lo que no quiere decir irrealizable, sino ideal), en el que se busque el bien común y la justicia. Esto será lo que permita a los ciudadanos y ciudadanas
vivir su vida personal y colectiva felizmente.
Pero, de un modo destacado, marcó
su pensamiento la gravísima injusticia de la condena y muerte de su maestro
Sócrates, que tan de cerca vivió. El sistema político que propone Platón
tratará de evitar que se repitan injusticias de este calibre. De ahí su interés
por investigar sobre la justicia, afirmando que sólo en un estado justo pueden
las personas llegar a ser justas y, a su vez, sólo las personas justas pueden
dar lugar a un estado justo. Como queda claro en su biografía, Platón no era un
mero teórico político. Estaba comprometido con sus ideas. Por eso trató de
llevarlas a la práctica, primero en Sicilia, proponiéndoselas a Dionisio I, el
viejo rey de Siracusa. No sólo no se le escuchó, sino que acabaron vendiéndolo
como esclavo. No se rindió: muerto el viejo tirano, regresó a la corte de
Dionisio II, el joven, hijo del anterior. Pero en esta ocasión fue maltratado y
expulsado. A pesar de todo, llegó incluso a intentar un tercer viaje a Sicilia.
Hasta ese punto creía Platón en la realizabilidad de su proyecto político.
6.2 EL SER HUMANO COMO ANIMAL POLÍTICO.
Para Platón, y los griegos en
general, la sociedad brota de la propia naturaleza del ser humano. Platón cifra
el origen de la sociedad en la necesidad de asociarse para sobrevivir,
distribuirse el trabajo y, sobre todo, para lograr la perfección, por tanto, la
felicidad. Pero para lograr esto no basta cualquier sistema político ni
cualquier organización en la que se busque, por encima del interés particular
de los poderosos, el bien común, para lo cual los gobernantes no pueden
perseguir el bien propio, sino el bien de los gobernados.
6.3 LOS ESTAMENTOS SOCIALES EN LA POLIS.
En la república, Platón lleva a
cabo una división de las clases sociales paralela a las partes del alma. Alma y
Estado tienen la misma estructura. Por eso, su política arraiga en su ética (y
la ética en la antropología). De esta manera, distingue tres estamentos
sociales jerarquizados, pues los seres humanos no son iguales en capacidades ni
están llamados a hacer las mismas funciones. De hecho, Platón afirma que lo
mejor es que cada uno haga aquello para lo que está más dotado, sin querer
ocuparse uno mismo de todo, pues perdería eficacia.
Platón tiene una concepción
estática: cada persona nacía en cierta manera predestinada a vivir en un
estamento sin posibilidad de salir de él (excepto los guerreros, que podían
llegar a ser gobernantes). Pero esto era incompatible, en el fondo, con el
ideal griego de libertad y democracia, en el que todos los ciudadanos podían
participar (aunque en res, y a las mujeres y los esclavos no se les permitía la
posibilidad de participar en política. Por otra parte, la concepción política
de Platón es paternalista, pues el gobernante-filósofo se consideraba el único
acreditado para guiar a los demás al conocimiento de la verdad y el bien,
estando los demás obligados moralmente a aceptar su dirección y gobierno.
Platón distingue los siguientes estamentos en la polis:
- Los productores
(agricultores, artesanos, comerciantes). Su misión consiste en producir
los bienes necesarios para la vida. Constituyen la clase inferior. Podrán
tener bienes particulares, sobre todo los necesarios para la producción.
En esta clase predomina el elemento concupiscible del alma. Por eso, la
virtud que les corresponde es la templanza, gracias a la que serán dóciles
a los dictados de los gobernantes.
- Los guerreros
o guardianes tienen como misión
la defensa de la ciudad, poner orden en los conflictos internos así como
su administración y organización para que alcance el Bien. En ellos
predomina la dimensión irascible del alma. La virtud que les conviene es
la fortaleza. Tienen una formación básica deportiva y musical. De esta
clase, por selección de los mejor dotados, surgen los que serán los
miembros de la clase de los gobernantes. Pero no basta con la selección.
Los seleccionados deberán ser educados mediante un plan exigente para
capacitarlos realmente para las funciones de gobernante. A esta clase
pueden pertenecer por igual hombres y mujeres. Unos y otras viven formando
grupos en los que todo lo tienen en común, incluidos esposos, esposas e hijos.
Viven comunitariamente para no vivir apegados a los bienes concretos, para
tener más disponibilidad a la hora de defender el bien colectivo y verse
libres de las codicias que paralizan a las persona. Esta postura es
denominada comunismo platónico.
- Los gobernantes
tiene poder sobre las otras clases, y su misión es la de legislar,
administrar y velar por la educación y organización de la ciudad. Tampoco
ellos tendrán nada opio ni defenderán intereses privados, para así atender
con más libertad y honestidad al bien común. Destaca en ellos el elemento
racional, por lo que la virtud que les es propia es la prudencia,
entendida como la capacidad de gobernar de acuerdo con lo mejor y más
recto. Por eso, los gobernantes deben conocer la dialéctica, para poder regir
la ciudad según el bien supremo. De esta manera, los gobernantes deben ser
los mejores (aristos), y esto en un triple sentido.
a)
Los mejores éticamente, los más rectos y prudentes, los
más amantes de la verdad y los más virtuosos.
b)
Los mejores intelectualmente, los más sabios y mejor
formados, los que tienen mejor memoria, mesura y gracia.
c)
En tercer lugar, deben ser los más experimentados, lo
cual les vendrá de la madurez y los años de educación.
Por eso, los
gobernantes deben ser los filósofos, porque el auténtico filósofo posee esas
tres características: ciencia, virtud y experiencia.
6.4 LA
EDUCACIÓN.
La educación
viene exigida por las necesidades de seleccionar formar a los guerreros y a los gobernantes.
Es, por tanto, una cuestión de Estado. Consiste en llevar a la persona a
recordar lo que ya conocía en el mundo de las ideas. Conociendo lo que es bueno
y justo, se está en disposición de dirigir a los demás de acuerdo con el bien y
la justicia, lo que equivale a lograr el equilibrio y la perfección social y la
posibilidad de conducir a los ciudadanos hacia la felicidad.
Para Platón,
la educación se divide en varios ciclos:
·
El primero consiste en el aprendizaje y práctica
de Gimnasia y Música. Por este medio serán educadas las virtudes de la armonía
y la valentía.
·
La segunda parte contiene, tras la selección, la
Aritmética, Geometría, Cálculo y Astronomía.
Los más aptos
pasarán a un tercer ciclo en el que estudiarán Dialéctica. Los que acaben este
nivel formativo (lo cual no ocurrirá antes de los cuarenta años) gobernarán la
polis por turnos, dedicándose a partir de entonces al estudio de la filosofía.
Se trata del gobierno de los mejores. Los gobernantes serán los filósofos
porque sólo ellos poseen el conocimiento adecuado para guiar a los ciudadanos a
la contemplación del mundo inteligible y para gobernar según la Verdad, la
Bondad, la Belleza y la Justicia.
6.5 FORMAS
DE GOBIERNO.
La más
perfecta es la aristocracia. En
ella, los gobernantes rigen la ciudad según la prudencia y la sabiduría. Si se
trata de un único gobernante, se podría también hablar de monarquía.
La
aristocracia puede degenera y dar lugar a la timocracia. Se trata de aquella forma de gobierno en la que los
gobernantes buscan, más que el bien común, obtener un cargo, la preeminencia
social, honores, pues es la dimensión irascible del alma la que manda. Por eso,
el resultado suele ser que las clases altas oprimen a las bajas.
La timocracia
puede degenerar en oligarquía,
régimen en el que la riqueza está concentrada en las manos de unos pocos que se
unen para buscar o incrementar esa riqueza y el poder que les da. Se producen
dos grandes clases sociales: la de los oligarcas, minoría muy enriquecida, y
una masa inmensa de desposeídos que trata de expulsarlos del poder.
Cuando esto
ocurre, surge la democracia, sistema
en el que el pueblo, harto de ser aplastado por los oligarcas, toma el poder.
Pero como los cargos son elegidos por elección popular, muchas veces recaen
sobre personas sin preparación, o poco rectas moralmente o carentes de
experiencia. El resultado suele ser caótico, de modo que la democracia acaba
degenerando en tiranía. El pueblo,
desconcertado, termina por admitir la aparente salvación de cualquier audaz que
se imponga pro la fuerza. Pero el resultado aún es peor.
En la tiranía termina por gobernar el
más audaz y violento, que se impone a los demás. Al final, el tirano gobierna
según su capricho, imponiéndolo con violencia y crueldad. En este régimen, se
suprimen la libertad, la igualdad y la justicia. Por eso es considerado por
Platón como el peor y más detestable de todos los regímenes políticos. Así señala
en la República que el exceso de libertad conduce finalmente a un exceso de
esclavitud, y esto tanto a los individuos como a los estados. De este modo, la
libertad ganada en la democracia se puede volver contra el pueblo si es usada
por alguna persona particular en provecho propio, de modo que, como dice Platón
adelantándose a Hobbes, siempre hay quien termina aprovechándose del régimen de
libertad y “hombre se transforma en lobo”.
7.
INFLUENCIAS RECIBIDAS Y REPERCUSIÓN DE LA TEORÍA DE PLATÓN
7.1
INFLUENCIAS RECIBIDAS
Heráclito y
Parménides proporcionan dos soluciones aparentemente antagónicas a un mismo
problema: ¿la realidad es estática o fluida? Platón acepta la división de
Parménides: el camino de los sentidos, fuente de doxa, opinión, y el camino de la Razón, vía de la episteme, de la ciencia. Por eso argumenta contra
Heráclito que, si no hay algo permanente, no se puede explicar el ser de las
cosas, su verdadera realidad. Frente a Parménides plantea que, si el ser es
inmutable y estático, no se explica la pluralidad, teniendo que reducir el
cambio a simple apariencia. La teoría de las ideas resolverá todas estas
cuestiones.
De los
pluralistas toma Platón el elemento ordenador o Nous, presente en la doctrina de Anaxágoras, pero rechaza la
explicación de la naturaleza mediante la necesidad
y el azar de los atomistas,
principalmente, de Demócrito. El caos no puede ser principio de explicación, ya
que él mismo necesita un elemento organizador.
La necesidad
de organizar la realidad desde un principio de orden se relaciona más con la
tradición pitagórica que con el naturalismo jonio. Las cosas son números, según
Pitágoras, y el número es un modelo del que las cosas participan, o una
estructura formal de organización. Las ideas son el principio organizador de la multiplicidad sensible.
Pero el
influjo más próximo le viene de Sócrates y de los sofistas. De Sócrates aprende
la necesidad de establecer conceptos,
como las definiciones de las cosas. La definición exige lo universal, que
Platón encuentra en las ideas. También aprende el intelectualismo moral: se puede ser ético si previamente se sabe
qué es la virtud. De los sofistas heredó la necesidad de la educación, que elevó a la categoría de
ciencia en la política. En cambio, rechazó su orientación relativista y escéptica,
porque la dialéctica solo puede ser el camino a la verdad.
7.2 REPERCUSIÓN DE LA DOCTRINA DE PLATÓN.
Los sistemas
de Platón y de Aristóteles proponen organizaciones políticas distintas. La
sociedad platónica distribuye a los individuos en torno al Estado, que se
encarga de formarlos y de educarlos para la virtud, teniendo la justicia como
ideal moral individual y social. Aristóteles atiende más a los individuos racionales, que pueden hacer
acuerdos entre sí, con el objetivo básico del bien común.
En otro orden
de cosas, Aristóteles concibe las ideas
no separadas de las cosas y las explica mediante el elemento material y
formal.
Las escuelas
morales del período helenístico continuaron la moral de orientación racional y propusieron al sabio como ideal. Paradójicamente, este sabio con horizontes ahora
más grandes, ofrecidos por la época, se repliega más en sí mismo. Ya no
interviene tanto en la polis, siendo más individuo que ciudadano.
El
neoplatonismo, a partir del siglo III, ya no tiene los contenidos doctrinales
puros de Platón, sino que los mezcla con los de Aristóteles y alguna de las
escuelas morales, como el estoicismo. El cristianismo recibió la influencia de
Platón a través del neoplatonismo: la idea
de creación presupuesta en la actuación del Demiurgo; la explicación de la
existencia de las cosas materiales por su participación
en las ideas; un mundo diferente al que se percibe mediante los sentidos;
la idea de bien trascendente a todas las demás ideas y presidiéndolas; el alma inmortal, cuyo lugar es el mundo
de las ideas.
Agustín de
Hipona armonizó sus raíces platónicas con el cristianismo,. Situó las ideas
inmutables y eternas en Dios, que
ilumina el alma para que las pueda comprender, como el Sol hace con las
cosas visibles (iluminismo). Tomás de Aquino aprovechó argumentos de Platón,
especialmente en la cuarta vía, para demostrar
la existencia de Dios por los grados de perfección. La doctrina de los conceptos universales de los medievales
tampoco puede entenderse sin Platón.
La Academia de
Florencia, en el Renacimiento, actualizó de nuevo el platonismo. Marsilio
Ficino escribió una teología platónica. La presencia de Platón se encuentra más
adelante en la creación de la ciudad
ideal de Tomás Moro, cuya expresión es su obra Utopía. El dualismo alma-cuerpo de inspiración
pitagórica, presente en todo el racionalismo, conducía a una concepción
espiritualista del hombre. El platonismo está en el racionalismo y en el
idealismo, a través, por ejemplo, del innatismo
de las ideas de Descartes.
Hasta para
rechazarlo hay que contar con Platón, como le ocurre a Nietzsche, en su idea
del cristianismo como platonismo para el pueblo, o en su crítica a la tradición
occidental, cuya expresión es el platonismo y sus conceptos de “bien en sí”,
“espíritu puro”, “mundo verdadero”. El planteamiento de la verdad en Heidegger
hunde sus raíces en Platón. En las posiciones políticas de Ortega asoma,
igualmente, la doctrina platónica del gobierno de la ciudad por la minoría de
sabios. Las críticas de Ortega a situaciones democráticas calificadas de
“morbosas” son de tradición platónica.
Platón es una
cumbre filosófica. El fue el primero en hacer de la lengua griega la lengua
filosófica por excelencia. A Platón se vuelve siempre, porque en su órbita
permanecen todos atrapados; no solo los filósofos. Quizá sea Whithead, el
creador, junto con Russell, de Principia matemática, quien más radicalmente ha valorado
la presencia del filósofo griego, reduciendo la filosofía de Occidente “a una
serie de notas a pide de página que acotan la filosofía de Platón”.
Últimamente,
es la teoría de Popper del tercer mundo objetivo la que ha actualizado la
doctrina de las ideas de Platón. En su obra conocimiento objetivo, señala que
hay tres mundos posibles. El de los hechos
físicos o acontecimientos, el de los estados
de conciencia, que describen esos hechos, y el de las verdades objetivas, que son independientes de nuestros estados de
conciencia: las leyes de la ciencia.
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